De acuerdo con las costumbres bolivianas, al mediodía del miércoles 1 de noviembre, llegan los “ajayus” (almas) de los difuntos a visitar a sus seres queridos, por eso se les espera con una mesa o altar en el que, al menos, debe haber 16 elementos entre ellos; las t’anta wawas, escalera, flores, caña de azúcar y la escalera.
La señora Ana Silva (74) y el antropólogo y experto en cultura andina, Cancio Mamani, coincidieron en señalar que con los años y las costumbres de las familias, los elementos con los que se recibe a las almas pueden variar, pero lo que no debería faltar en la “apxata”, altar o mesa, es caña de azúcar; dulces como suspiros, panales y chupetines caseros; pasankalla; tokoro (cebolla en flor); flores; velas; agua; la comida y bebida que prefería el alma bendita en vida; además de escalera; cruz; caballos; t’anta wawas, bizcochuelo, fruta, coca y el epitafio.
Para Silva, lo primero para acomodar un altar es tener un mantel negro y colocarlo sobre una mesa. Luego, encima, poner los demás elementos como las masas, t’anta wawas, frutas, bebidas, el epitafio del o los difuntos de la familia y todo lo necesario.
“Antes se preparaba con hartas cosas, mesas grandes y bien llenas. Ahora no es tanto, algunos se han ido a los hermanos y ya no creen, otros no saben preparar bien”, lamentó la mujer.
En efecto, según Mamani, varias prácticas de los antepasados, respecto a la festividad de Todos Santos, cambiaron con los años. “Antes, por ejemplo, se enterraba a la gente en posición fetal en t’ojos (especie de canastillos para que el difunto permanezca en esa posición) y mirado hacia la Cruz del Sur, a la Chakana, porque es nuestra guía en cuanto a la ubicación geográfica y de sentido de vida. En cambio en el mundo católico se entierra mirado al cielo”, indicó.
Entonces, cuando llegaba la fiesta de las almas sacaban el t’ojo con el cadáver, lo depositaban en una ch’ipa especial (especie de cesto) le hacían bailar y pasear, pero esas prácticas “no era del agrado de los españoles, de la gente que ha venido de Europa”, entonces, cambiaron e hicieron t’anta wawas muy parecidas a sus seres queridos que ya se habían ido, sin embargo eso tampoco les gustó a los colonizadores por lo que también prohibieron esa práctica.
“Entonces, nuestros antepasados han acudido a una estrategia de camuflaje, hacían t’anta wawas parecidos a los europeos, con cara española, entonces ellos miraban y se quedaban quietos, con eso sí ha podido sobrevivir la cultura quechua-aymara”, relató Mamani al explicar el significado de las t’anta wawas.
Explicó que la escalera es para que el alma baje del centro de la galaxia y luego retorne a su lugar tras haber compartido con sus familiares y conocidos.
Recomendó que no debe faltar agua, “porque el agua es vida, más para personas que viven otra forma de vida, porque el mundo andino no tiene comienzo ni fin. La muerte es parte de la vida”.
La caña de azúcar representa al bastón con el que el alma se apoyará cuando esté cansado. El tokoro o taqaru, en cuyos tallos de cebolla se transporta agua para calmar la sed de los espíritus.
Los caballos son para que el alma cargue y lleve en ellos todas las ofrendas que le entregaron. Las coronas son de material no comestible como el nylon y de colores blanco, rosado y celeste que son para las almas de niños. Las negras y moradas son para adultos. También elaboran coronas con la masa de pan.
Las flores representan la naturaleza, el amor de la familia. Una vez recogido el altar, se llevan al cementerio. El bizcochuelo es el ataúd, las pasankallas simbolizan las nubes, las velas son para llamar a las almas, iluminar su camino para que lleguen sin extraviarse.
En la mesa debe estar las comidas que le gustaban al difunto, además de bebidas como vino, cerveza, chicha morada o refrescos. Las frutas de la temporada y la coca para que el espíritu se sienta satisfecho.
Los dulces son especialmente para los “angelitos”, pero cuando se les da formas como una canasta, por ejemplo, sirve para llevar cosas del alma.
Arriba del altar, en un lugar un poco más elevado o al centro de la mesa, se coloca el epitafio de la persona que falleció y de la que se recibe su alma como visita. Algunas personas también suelen colocar alguna prenda preferida del difunto.
La cruz es más un signo católico que fue implementado por los creyentes. Gran parte de la población también coloca retamas que ahuyentan a lo malo en el momento de la llegada del alma.
Lo importante es que “hay que esperar con cariño y respeto a las almitas conocidas y desconocidas, porque dicen que si no lo atiendes bien, si no lo recibes bien, te van a castigar”, sentenció Mamani.