Oxfam en su estudio, sostiene que en Bolivia desmontar una hectárea de bosque tiene un costo promedio de 200 a 250 dólares y que, una vez deforestada, esta tierra puede multiplicar su valor hasta en 10 veces en los mercados de tierras agrícolas.
El Comité de Oxford para el Alivio de la Hambruna (Oxfam), dio a conocer su informe “A Fuego y Mercurio”, el cual arroja luz sobre el negocio del desmonte en Bolivia y su papel central en la especulación comercial y financiera de tierras desmontadas.
El capítulo 3, titulado Agroindustria y ganadería, mal negocio para los ecosistemas y bosques, detalla cómo las tierras desmontadas en Bolivia se han convertido en activos comerciales y financieros altamente rentables, conectando las prácticas de desmonte con mercados de bienes raíces rurales.
Un caso paradigmático que ilustra esta dinámica es el de BrasilAgro, una empresa brasileña, presente en Bolivia, que ha hecho de la especulación con tierras deforestadas un negocio multimillonario y que incluso está cotizada en las bolsas de valores de Nueva York y São Paulo.
Oxfam revela en su estudio que, en Bolivia, desmontar una hectárea de bosque tiene un costo promedio de 200 a 250 dólares, incluyendo los subsidios al combustible y el uso de maquinaria pesada. Sin embargo, una vez deforestada, esta tierra puede multiplicar su valor hasta en 10 veces en los mercados de tierras agrícolas. Esto genera un gran atractivo para diferentes actores de la cadena de valor de la tierra: interculturales, menonitas, empresarios, bancos y otros. El retorno de la inversión es sumamente atractivo para actores como grandes empresas agroindustriales y fondos de inversión, que tienen las capacidades financieras y operativas para invertir millones en la compra y transformación de tierras forestales.
Un caso ilustrativo presentado en el informe es BrasilAgro, una empresa que ha perfeccionado el modelo de compra de tierras forestales a bajo costo, su desmonte y posterior valorización para la venta o explotación agrícola. Es más, las presentaciones internas de BrasilAgro revelan la franqueza con la que describen su modelo de negocio como uno centrado en bienes raíces rurales y no en la producción de alimentos. En 2020, BrasilAgro reportó incluso un retorno anual de 21,4% por su negocio de bienes raíces inmobiliarias, que se deriva en gran medida por la revalorización de tierras desmontadas en Brasil, donde el modelo de expansión de la frontera agrícola es similar al que tienen en Bolivia. Este tipo de operaciones pone de manifiesto cómo el desmonte no solo es rentable por su valor productivo, sino por la ganancia especulativa que se obtiene al incrementar artificialmente el valor de la tierra.
El caso de BrasilAgro demuestra que las tierras deforestadas no se utilizan únicamente para la producción agrícola directa, sino que se convierten en activos comerciales y financieros. En muchos casos, estas tierras se revalorizan antes de ser utilizadas para la producción, y se venden o se emplean como garantía en operaciones financieras. Esto convierte la tierra forestal en una moneda de cambio dentro de un ciclo de especulación, en el cual el valor de la tierra desmontada aumenta significativamente sin necesidad de generar producción real de inmediato.
El informe también señala el rol preponderante de las empresas agroindustriales y ganaderas en la deforestación de la Chiquitania. Al igual que BrasilAgro, estas empresas buscan maximizar el valor de las tierras a través de su revalorización especulativa. Además de ser utilizadas para la producción de mercancías como la soya y la carne, estas tierras se comercializan en mercados a precios inflados, generando retornos inmediatos.
Otro aspecto clave del capítulo 3 es cómo las inversiones de fondos de pensiones bolivianos están siendo utilizadas para financiar el desmonte y la expansión agroindustrial en el país. Según lo reportado, casi el 11% de las inversiones de estos fondos están vinculadas a sectores como la ganadería y la agricultura industrial, que son responsables directos de la deforestación.
Este flujo de capital facilita el acceso a créditos para la compra de tierras, cerrando el ciclo especulativo. Las tierras deforestadas se utilizan como colateral en estos préstamos, permitiendo a las empresas agroindustriales acceder a nuevos recursos para financiar más desmonte y expansión. En este contexto, la tierra se transforma en un activo financiero que genera capital incluso antes de ser utilizada para la producción.
Este ciclo especulativo tiene efectos en los mercados financieros y comerciales. La revalorización de tierras desmontadas aumenta su valor en mercados globales de mercancías, alimentando cadenas de suministro de productos como la soya y la carne. Estos productos, destinados principalmente a la exportación, no solo impulsan la demanda de tierras deforestadas, sino que refuerzan el atractivo de la especulación como una estrategia rentable.
La revalorización de tierras desmontadas aumenta su valor en mercados globales de mercancías, alimentando cadenas de suministro de productos como la soya y la carne.
El lanzamiento de Fuego y Mercurio, aporta evidencia sólida para discutir la interrelación entre la especulación de tierras, el desmonte y la expansión de la frontera agrícola en Bolivia, así como las implicaciones económicas y sociales de este modelo. Además, en ese capítulo se cuestiona la magnitud del aporte que realiza el sector agropecuario empresarial al país y a las arcas del Estado, contrastando con el apoyo del Gobierno, que incluye inversiones públicas sustanciales, subsidios muy beneficiosos a los hidrocarburos, y medidas para facilitar la apertura de mercados para la exportación de mercancías producidas en zonas de ecosistemas boscosos y no boscosos recientemente desmontadas, en muchos casos de forma ilegal.
Esto nos lleva a preguntarnos: ¿realmente este modelo de expansión agrícola, basado en la especulación y mercantilización de tierras, beneficia al país en su conjunto, o perpetúa la concentración de tierras, las desigualdades y la destrucción de ecosistemas vitales? (Nómadas/Stasiek Czaplicki)