Gary Antonio Rodríguez Álvarez
El 7 de diciembre pasado me hicieron feliz al distinguirme como “Economista del Año – Gestión 2024”. ¡Un bálsamo en medio del desierto! En los cinco minutos que me dieron, pude reflexionar sobre varias cosas. He aquí lo dicho:
“Me siento muy honrado y emocionado por la Distinción que hoy recibo como Economista del Año. No sé si la merezco, siendo que hay muchos colegas con sobrados méritos para recibir tal reconocimiento, en lugar mío.
Pero, entendiendo que, si al Supremo Creador le plació que fuera yo el elegido, va para Él mi agradecimiento, en primer término, porque fue Dios quien puso en el corazón y en las mentes de quienes tomaron tal decisión, el hacerlo.
Dicho esto, agradezco al Colegio de Economistas de Santa Cruz por otorgarme este galardón que lo acepto a nombre de todos los colegas que, día a día nos esforzamos con nuestro saber y capacidades adquiridas para ayudar a construir un mejor país, entendiendo que la economía no es solo números y estadísticas, sino un poderoso motor de ideas que impulsa el progreso. De ahí que, recibir este galardón, me compromete a seguir aportando con denuedo a tal propósito.
Esta Distinción va dedicada a mi familia que siempre me apoya en cada paso que doy en el ejercicio de la profesión. ¡Solo Dios sabe la enorme paciencia que mi esposa Jannet –economista, también– y mis hijos Christian Alexis y Miguel Ángel, han tenido conmigo, al sufrir mi ausencia, debido al excesivo trabajo que nos imponen las circunstancias!
De igual forma, va dirigida a mis padres Héctor y Emma, a quienes agradezco por mi formación y su consejo para salir adelante en momentos difíciles de mi vida.
Finalmente, va para mis queridos catedráticos que me inspiraron con su sabiduría y buen ejemplo.
Como economista, aprendí que el verdadero cambio en un país no solo ocurre a nivel macroeconómico, sino que se construye en cada decisión que tomamos y cada acción que emprendemos, de ahí la gran responsabilidad que tenemos, siendo que nuestra voz impacta, para bien o para mal, en la ciudadanía.
Bolivia ha experimentado un largo proceso de crecimiento, es cierto, pero los resultados a largo plazo en términos de sostenibilidad no son los esperados. La dependencia de sectores extractivos, como fuente importante de ingresos, ha derivado en una alta vulnerabilidad con una economía poco diversificada, poniendo en entredicho su continuidad, de ahí que se debe encarar medidas inteligentes, valientes y hasta dolorosas, a fin de que las cosas cambien para bien.
Pasar de una economía extractivista y con una alta informalidad, a otra basada en el conocimiento, que apuntale la manufactura, agropecuaria, tecnología, turismo y servicios, podría transformar al país rápidamente, con un desarrollo sostenido y sostenible, y una altísima generación de empleos de calidad.
De que hemos avanzado en la reducción de la pobreza, es verdad, sin embargo, millones de bolivianos se van a dormir cada noche con hambre y la desigualdad persiste en cuanto al acceso a servicios básicos y la distribución del ingreso, lo que solo se podrá superar con mejores servicios de salud, educación y oportunidades para crear empleos dignos y sostenibles en el tiempo.
Debemos apostar por la equidad para mejorar la calidad de vida de los bolivianos y, la forma de ver y hacer las cosas en Santa Cruz, puede ser una buena referencia para ello. El Modelo de Desarrollo Cruceño, con una visión de país que haga converger la sostenibilidad, con la justicia y el desarrollo humano, puede resultar una vía para lograrlo.
Respecto al rol del economista –basado en lo que dice la Inteligencia Artificial, en aras de la objetividad– permítanme hacer algunas reflexiones al respecto.
Nuestros análisis deben fundarse estrictamente en la teoría económica, respaldados en datos y evidencia, nunca en ideologías. El centrarnos en los hechos y en la imparcialidad nos permitirá ganar la confianza y el respeto de la sociedad.
Cuando un economista cae en la tentación de vincular sus análisis con intereses políticos, su credibilidad y objetividad se ven comprometidas. Nuestra función es ofrecer soluciones prácticas a situaciones indeseadas, nunca posturas políticas.
Asimismo, la humildad es esencial en nuestro campo. El conocimiento es importante, pero no debe convertirse en una herramienta de arrogancia o soberbia: el conocimiento, aunque poderoso, no debe ser un medio de autoexaltación. En vez de buscar reconocimiento personal o vanagloria, debemos enfocarnos en cómo nuestra opinión puede mejorar las políticas públicas y la vida de los ciudadanos.
Por todo lo dicho y para concluir mi intervención, al agradecer una vez más por esta inmerecida Distinción, me comprometo a seguir trabajando por nuestro país, entendiendo que la economía puede ser un gran instrumento al servicio de las personas, especialmente cuando es profundamente humana.
¡Gracias, por este honor! Sigamos adelante, como agentes de cambio, para que, con nuestra cotidiana labor, forjemos una mejor Bolivia para todos. Muchas gracias”.
El autor es Licenciado en Economía y Teología.