Julio E. Salas
Después de vivir más de cincuenta años en Europa, la percepción que tengo es que en todos estos años nunca había visto un nivel de deterioro político y económico de este viejo continente. Los impedimentos que han surgido recientemente han provocado el colapso de los gobiernos de Alemania y Francia, que son los países con mayor influencia en la Unión Europea.
El Parlamento del país galo increíblemente ha votado una moción de confianza en contra del primer ministro, Michael Barnier, con tan solo tres meses de ser elegido por el presidente Emmanuel Macron y en momentos en que Francia hace frente a una de sus peores crisis financieras, pues confronta el peor desequilibrio presupuestario de la eurozona, con un déficit del 6,2% del PIB. Hasta ahora, Francia siempre ha confiado en ser demasiado grande para quebrar, es decir demasiado grande para que otros países europeos la dejen quebrar, afirma por su parte el economista francés Denis Ferrand. Pero Bruselas está perdiendo poco a poco la paciencia ante la incapacidad de Francia para reducir su deuda, que ahora es superior al producto interno bruto de Francia. El presidente Emmanuel Macron tiene la urgencia de nombrar un sustituto del Primer Ministro, e incluso se enfrenta a peticiones de dimisión por la ultraderechista Marine Le Pen.
La situación política en Alemania tampoco es muy alentadora. El 6 de noviembre del 2024, Olaf Scholz, el actual Canciller de Alemania, anunció la destitución de Christian Lindner, entonces Ministro de Finanzas y líder del Partido Democrático Libre (FDP), de su gabinete. Esto ocurrió tras las recientes disputas en el gobierno de coalición de tres partidos sobre las políticas económicas del país y las continuas tensiones dentro de la coalición. La destitución de Lindner provocó el colapso de la coalición, ya que el FDP pasó a la oposición, dejando un gobierno minoritario y bipartidista, formado por el SDP y los verdes.
Alemania, que es el mayor miembro del bloque europeo, será también el que obtenga peores resultados económicos, según las provisiones de la Comisión Europea. Alemania crecerá un 0,7% en el año que viene, tras contraerse en 2024. Hace apenas unos días recibió un nuevo golpe, cuando la industria se contrajo en octubre, alimentando los temores de una recesión invernal en la economía más grande de Europa.
Por su parte, Gran Bretaña no se queda atrás en el medio descalabro político y económico que está sufriendo Europa. Sir Keir Starmer, flamante Primer Ministro, ha tenido una caída de un máximo de más 11, después de una victoria electoral aplastante, a -38, una caída neta de 49, antes del Presupuesto. Es parte del rechazo por su impopularidad.
Starmer ha sido objeto de muchas críticas, por lo que él mismo llama sus primeros meses «agitados» en el cargo, pero hasta ahora no ha repetido la promesa incumplible de su predecesor, Rishe Sunak, de detener las barcazas que llegan al puerto de Dover, llenas de inmigrantes ilegales. Mientras tanto, la aprobación a su gobierno sigue en decaída.
En general, Europa está sufriendo una crisis por la subida del coste de la vida, provocada por la guerra de Ucrania, la crisis energética, el aumento de la inflación y lo que costó y sigue costando la pandemia del coronavirus, que se ha convertido en la mayor preocupación de los ciudadanos de la Unión Europea, según un nuevo Euro barómetro. Los datos muestran que, actualmente, el 45% de los encuestados sufre algunas o muchas dificultades respecto a sus ingresos personales. La encuesta habla de un sentimiento de poli crisis en todo el continente.
Comentemos lo de España. Este país ibérico está transitando varias crisis superpuestas, que están poniendo en tensión al régimen izquierdista de Pedro Sánchez, surgido de la transición posfranquista. Hay crisis económica, territorial y sociopolítica. El movimiento de los «indignados» y la dinámica política en Cataluña son dos expresiones de este nuevo escenario. Y a ello se suma el fin del bipartidismo y la emergencia de una extrema derecha por fuera del Partido Popular que la «contenía». El nuevo gobierno progresista de coalición, inédito en la democracia española, se enfrenta así a múltiples desafíos, entre ellos su propia supervivencia.
Los españoles tienen la cabeza puesta en las cosas del comer y les preocupan poco los debates políticos que enervan en la actualidad. La crisis económica, la sanidad y el empleo son los tres principales problemas que afectan a los españoles, si se les pide que mencionen espontáneamente cuáles son los tres asuntos que más les preocupan personalmente, según el barómetro del comienzo de enero de este año. Los asuntos que polarizan la vida política española, como la ley de amnistía para los encausados por buscar la independencia de Cataluña, ocupan respectivamente los puestos 37 y 39 de las preocupaciones personales de los encuestados. La respuesta cambia algo cuando se pregunta cuál es el principal problema de España: la crisis económica se mantiene en cabeza, pero en el top 10 se cuelan asuntos como los problemas políticos y el mal comportamiento de los políticos.
Londres, Inglaterra.