Manfredo Kempff Suárez
Los cerebros del masismo indo-español (indígenas y mestizos junto a populistas españoles), se reunían en sus oficinas con olor a coca, sudor y ajo, elucubrando ideas para redactar constituciones y leyes que derrumbaran, sin que se notara, a la débil democracia imperante en Bolivia. Inventaron una cantidad de términos demagógicos que, en boca de Evo Morales, sonaban a oro puro a los oídos de las multitudes confiadas en que había llegado la hora de la liberación del secular yugo oligárquico.
Pablito Iglesias (“El Colitas”) y su insaciable claque, junto al divertido y utilitario Zapatero, todos zorros formados en los mentideros donde se endiosaba y promovía un socialismo falso, se reunieron con los “mallkus” y sociópatas de Choquehuanca (el Sócrates de las cumbres andinas) y elaboraron unas ideas, que, traducidas para entendimiento de la gente ansiosa de cambio, sirvieran de sustento para la creación del Estado Plurinacional y del Modelo Económico Social Comunitario Productivo, hoy moribundo, pero aún respirando.
Para acabar con la democracia era necesario enterrar a los partidos políticos, que, de vuelta a la institucionalidad luego de las dictaduras militares, habían gobernado el país con suerte diversa. Lo que existía en Bolivia era pobreza y rabia por la corrupción reinante. Los gobiernos tenían que hacer malabarismos para llegar a fin de año y cumplir con el pago de aguinaldos. Sin embargo, no cabe duda de que los pactos interpartidarios fueron una bendición para el país, porque, por primera vez, existió un sistema sin perseguidos ni exiliados políticos. Los acuerdos eran necesarios porque en las votaciones electorales los ganadores alcanzaban apenas el 20, 25 o 30% y entonces, obviamente, había que buscar gobernabilidad.
Contra esos acuerdos es que el MAS se lanzó ferozmente, calificando la “democracia pactada” como turnos partidarios concertados entre sus jefes políticos para repartirse alternativamente el poder; exhibiendo, ellos, sus cifras electorales, que superaban el 50%. En efecto, eso del MAS era algo nunca visto desde las papeletas rosadas en manos de analfabetos con que triunfaba el MNR antes del general Barrientos. Claro que ahora, en estos días, esos números que mostraba ufano Evo Morales, ya no los cree nadie porque se ha descubierto que eran fraudulentos.
¿Qué pretendía Evo Morales con su arremetida contra la “democracia pactada”? Pues lo que consiguió; es decir que, al ver los bolivianos a un gobierno con tanto dinero, creando bonos, inaugurando canchas, anunciando el ingreso boliviano en la era atómica y lanzando satélites al espacio, se creyeron el cuento de la tan maldita y ratera “democracia pactada”, sin saber, por supuesto, que no existe democracia sin pactos. Salvo los ingleses y los norteamericanos y alguno más, donde dos partidos se disputan el gobierno, los demás han sido los nazis, los fascistas y los comunistas, que impusieron el partido único. Ahí nunca pudo existir “democracia pactada”. El MAS, millonario y engreído, se dedicó a destruir a los partidos para convertirse en amo y hacer lo que hoy hace Maduro.
Desde la dictadura de Banzer en 1971 hasta su renuncia el 2001, habían pasado treinta años de negociaciones con Brasil y recién se abrían las válvulas que llevarían el gas a ese poderoso vecino. Muchos intervinieron en este empeño –Banzer, Paz Zamora y Sánchez de Lozada los más importantes– y cuando Evo Morales accedió al poder, Bolivia recibía un aluvión de divisas que ni Mesa, Goni, Tuto, Banzer, Paz Zamora, Paz Estenssoro, ni Siles Zuazo, habían visto ni en sueños. Además, que, durante la administración de Banzer y de su sucesor Quiroga, la cuantiosa deuda externa boliviana quedó muy reducida aprovechando del HIPIC para la deuda de las naciones más pobres. También se renegociaron los endeudamientos bilaterales.
Con dinero y sin deudas, acceder al poder el 2006, para Evo Morales, gobernar, le ha debido parecer una bicoca, una fantástica distracción, un sueño maravilloso, premiado con aplausos, viajes, regalos, y hasta con bragas de ninfas escolares con olor a tierra, que aparecían sobre su almohada al amanecer. ¿Cómo no iba a querer permanecer 50 años en el Palacio? ¡Pero si la vida de presidente había sido una bendición! ¡Con razón los jefes políticos pactaban entre ellos para mandar!¡Menudos gandules!
Después del desastre masista que ha dejado a Bolivia hecha trizas, es urgente que desaparezca el “complejo del pacto” en la oposición, y que se traduzca en la unidad necesaria para dejar al MAS, sea quien sea su candidato, fuera de combate en la primera ronda si es posible.