Álvaro Riveros Tejada
Echando mano a esa original, como proverbial sentencia que reza: “En Bolivia, lo que no ocurre es raro” la extradición a los Estados Unidos del ex Zar antidrogas del Estado Plurinacional, Cnel. Maximiliano Dávila, nos rememora la histórica caída del zarismo en Rusia, promovida por los bolcheviques, asesinando al Zar Nicolas II y a toda su familia, para instaurar el comunismo, empero, en Bolivia, la historia es diferente, el gobierno socialista entregó al Zar, a su archi enemigo imperialista, con objeto de congraciarse con él, insinuando instaurar un régimen más amigo y capaz de nublar al Cártel de los Soles y descarrilar al Tren de Aragua.
En los hechos, esta es la primera vez que Bolivia entrega debidamente y bajo los términos del tratado de extradición suscrito con los EEUU a un connacional, ya que existen otros ciudadanos que fueron pasibles de esta medida y fueron simplemente expulsados, tales como el Cnel. Arce Gómez o fueron simplemente apresados y trasladados por la DEA hacia los Estados Unidos, como fue el caso del antiguo Zar, René Zanabria.
En medio de una inusual rapidez impresa al caso, al día siguiente de su llegada a Nueva York, Dávila fue presentado, ante la Juez Robyn F. Tarnofsky, en audiencia donde se le designó, un defensor de oficio y, en la cual, se declaró “no culpable” de los cargos que se le atribuyeron, como el del tráfico de cocaína y la posesión de armamento orientado a dicha actividad. Ante dicha situación, sus abogados bolivianos estarían tratando de contratar al mismo abogado que representó al Gral. René Sanabria, también Zar antidrogas en el gobierno de Evo Morales.
Ahora bien, lo medular de este acontecimiento radica, más que en el cúmulo de información que el ex Zar pudiese brindar a los norteamericanos, información que con seguridad ya la dio durante su gestión y en sus dos años de reclusión en el penal de San Pedro y que ahora es la base de su traslado, provocando su presencia ante la corte de justicia norteamericana, como requisito inapelable para dotar a los norteamericanos del suficiente acervo probatorio que les permita operar sobre países de la región, inmersos en el narcotráfico, como fue el caso de Panamá de Noriega.
Es suficientemente conocido que la lacra del narcotráfico creció y se extendió, en forma desmedida, sobre todos los países del continente americano, desde México hasta la Argentina. Siendo Bolivia uno de los focos principales de producción, de ahí se explica que el proceso de Dávila genere terror y preocupación, originando todo tipo de histéricas reacciones en lo político, en lo económico y en lo social.
Suficiente muestra de lo aseverado es la reciente aclaración del Fiscal General del Estado, Roger Mariaca, sobre el allanamiento de un departamento en la zona de Obrajes, habitado por Evaliz Morales, hija de Evo Morales, registro que se habría realizado como parte de una investigación por legitimación de ganancias ilícitas y descartando cualquier implicación de persecución política. Es más, según el Fiscal, el caso estaría relacionado con el hallazgo de más de dos millones de bolivianos camuflados en un saco de cebollas.
Resulta obvio suponer el fastidio del líder cocalero y sus suspicaces declaraciones, atribuyéndolas a las acciones por el caso Dávila, tales como las múltiples órdenes de aprehensión emitidas en su contra, por distintos fiscales. Igual o mayor consternación debe reinar en medio de la confederación de agroquímicos, para quienes era mejor que Dávila repose callado, en San Pedro de La Paz, a despedirlo con un simple adiós al Zar Maximiliano.