David Foronda H.
Se dice que Bolivia es un santuario de la Pachamama, la madre tierra, pues las características que tiene la identifican de esa manera, ya que es un lugar que alberga flora, fauna, paisajes o eventos naturales excepcionales, que lo hacen único, y debe ser protegido y respetado por su fragilidad e importancia para la naturaleza y la sociedad. Asimismo, según definición de diccionario, santuario “es un lugar sagrado o santo dedicado a una deidad específica, antepasado, héroe, mártir, santo o una figura de respeto similar, en donde son venerados o adorados, una divinidad (la madre tierra)”.
No obstante, por todo lo que viene aconteciendo en el país últimamente, ese aserto ya queda en duda, pues se enfatiza que la Pachamama ya no es objeto de respeto total y veneración por parte de sus hijos, dado que atentan contra ella al contaminar los ríos, aguas subterráneas, horadar los cerros y todo sitio donde presumen que existen oro y otros minerales que dejan ganancias multimillonarias a los que están enfrascados en esa inmisericorde explotación. Al utilizar mercurio y otros químicos causan la mortandad de peces, acaban con la fauna propia de esos sitios y, por supuesto, atentan contra la vida de los pueblos indígenas, que observan con estupor e impotencia que su hábitat es avasallado, lo que deja la consiguiente matanza humana.
Lo último son los incendios ocasionados por la mano criminal del hombre, bajo instrucciones de poderosos que están entre las sombras, sin importarles que la salud del habitante boliviano en general esté amenazada, puesto que la quema indiscriminada se repite cada año, ante una incapacidad de la población en general para reaccionar y hacerse escuchar, a pesar de todas las desgarradoras imágenes que debe observar: animales chamuscados, gente que atraviesa por graves problemas de salud, y poblaciones devoradas por las llamas, algo que no interesa a las mentes canallescas que autorizan ello.
Al respecto, la connotada cantante Luzmila Carpio, mediante un video, sostiene que “Bolivia ya no es un santuario de la Pachamama. Con profundo dolor y amor por la vida, me veo en la necesidad de alzar la voz por nuestros hermanos y hermanas, por los animales, los bosques, y la biodiversidad que están siendo aniquilados en un silencio criminal. El fuego no solo destruye la tierra, sino también nuestra esencia. Es hora de exigir acciones concretas y un cambio de rumbo. No podemos permitir que nuestra Madre Tierra sea devastada sin hacer nada. ¡Elevemos nuestra visión, protejamos la vida!”.
Una indiferencia culpable, es la que acompaña estos sucesos, ante lo cual se debe reaccionar, y aunque los autores de tales hechos simplemente sonrían, se puede decir que los achachilas y las deidades bienhechoras de la Pachamama sabrán castigar semejante ultraje.
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