Raúl Ruiz Roca
La Amazonia, el gran pulmón verde del planeta, está en llamas. Los incendios provocados y el avance de la deforestación la están llevando al borde del colapso que podría cambiarlo todo. El cambio climático y las quemas descontroladas la están destruyendo con un ritmo aterrador, y con cada árbol que cae, el mundo entero se tambalea.
Este pulmón verde de la Tierra se está asfixiando y con él, el equilibrio climático global. Cada hectárea que se quema emite enormes cantidades de carbono, acelerando el cambio climático y acercándose peligrosamente al “punto de no retorno”.
Si no se actúa de inmediato, las lluvias podrían reducirse hasta en un 40%, estamos a punto de superar el umbral crítico. Si la deforestación alcanza el 25%, la selva se convertirá en un desierto. Una vez cruzado el umbral, la selva dejará de ser un sumidero de carbono y se convertirá en una fuente neta de emisiones, desestabilizando el clima a nivel planetario.
La crisis ya no es un problema futuro, es un problema presente, cada sequía, cada incendio, es una advertencia de que la Amazonia podría pasar de ser un escudo contra el cambio climático a convertirse en un motor de calentamiento global descontrolado.
Este año, miles de hectáreas en países sudamericanos, como Brasil y Bolivia, han sido devoradas por el fuego y el humo ha llegado hasta La Paz, Buenos Aires y Sao Paulo, afectando la salud de millones de personas. Frente al desastre, es imperativo que la comunidad internacional y la Organización de las Naciones Unidas (ONU) intervengan de manera inmediata. La Amazonia no puede esperar más, se debe actuar antes de que sea demasiado tarde.
Necesitamos un pacto global para proteger este ecosistema y a la humanidad que depende de él, y la prevención, la restauración y la resiliencia son nuestra única esperanza.
El destino de la Amazonia es el destino del planeta. Si no intervenimos ahora, la selva arderá hasta desaparecer, y con ella nuestro futuro.
El autor es Abogado y Director del Centro de Investigación CINDEPRO.