El agua que antes era cristalina y proveía a familias enteras, ahora se ha convertido en amarillenta, ácida y tóxica, tal como si fuera veneno. Para los habitantes del ayllu San Agustín de Puñaca en el departamento de Oruro: la contaminación minera ha matado a la Madre Tierra.
Benita Lima, de 71 años, contó que antes las aguas del río eran limpias y dulces, pero ahora son saladas e imposibles de beber. Aun así, las carencias la obligan a alimentarse con carne de animales que consumen ese líquido tóxico y productos de esos sembradíos.
Su conclusión es clara: la contaminación minera ha matado a la Madre Tierra.
“Madre Tierra ya has muerto, así estamos diciendo, totalmente la han matado”, manifestó afligida, pero a la vez con impotencia por la contaminación que ha afectado su calidad de vida y ha forzado la migración de los más jóvenes.
El ayllu Puñaca se encuentra en el municipio Poopó del departamento de Oruro. Las aguas que llegan a ese lugar ahora son afectadas por operaciones mineras que genera contaminación por metales como el cobre, plomo y zinc, explicó el técnico del Centro de Comunicación y Desarrollo Andino (CENDA), Yasin Peredo.
El especialista indicó que el color naranja amarillo de las aguas se debe principalmente al hierro. “Ese olor a azufre se nota claramente y eso condiciona el crecimiento del forraje, que es lo único que ellos tienen para alimentar al ganado”, señaló.
El dirigente Abel Machaca recordó que los animales afectados han sido sacrificados y que, cuando se verifican sus órganos, tienen una especie de pus, que no pueden explicar.
La situación se agrava para Benita. Ella antes podía producir hasta queso de sus animales, pero ahora vive sola y debe comer la carne negra que tienen las ovejas que se alimentan de las aguas contaminadas. “Así comemos, ¿qué vamos a hacer?”, manifestó resignada.
Al igual que Benita, Gabriela Cruz de 65 años dijo que antes esa agua se usaba para tomar, pero ahora es picante y salada. Antes, abundaban los peces, aves, y podían producir quesos y huevos, pero actualmente la vegetación se quema por la contaminación.
Los problemas son similares para Dora Machaca de 67 años, quien recordó que por consumir esa agua tóxica sufrió vómitos fuertes en una crisis de salud que casi le cuesta la vida.
Las habitantes del ayllu deben conseguir agua potable a una distancia de una hora y media a pie y 20 minutos en movilidad. Si quieren contratar un taxi, les cuesta entre 20 y 30 bolivianos de ida y otro monto similar de vuelta.
La producción agrícola también es perjudicada. Benita relató que las tierras son amarillentas y que, en su caso, sólo se puede producir papas pequeñas de tamaño, las cuales consume a pesar del riesgo de toxicidad.
Como la contaminación ha complicado la vida en el ayllu, los jóvenes han emigrado. En el caso de Gabriela, sus ocho hijos han abandonado la región para buscar un mejor porvenir.
El especialista Peredo consideró que esta región de Poopó es una “zona de sacrificio”, porque se está generando un desplazamiento forzoso que, a su vez, implica una transformación socio territorial, en que la misma cultura de esta región está desapareciendo.
Quienes se quedan conviven con la contaminación y sufren los efectos. A Benita Lima le cuesta hasta levantarse, se enfermó de los riñones, y cuando busca asistencia médica sólo recibe calmantes. Dijo que sufre y llora por lo maltratado que está su cuerpo.
El dirigente Machaca explicó que la contaminación con metales pesados ha generado casos de cáncer avanzado, daños al riñón y afectaciones al cuerpo.
SILENCIO A DINAMITAZOS
Los comunarios recordaron que desde 2004 han emprendido una lucha, con medidas de presión, para exigir que se pare la contaminación, pero los mineros responden de manera agresiva utilizando dinamitas para amedrentar al ayllu.
“Los mineros no nos quieren ver aquí”, lamentó Dora Machaca, a tiempo de recordar los dinamitazos.
Explicó que los mineros argumentan que con su actividad habrá tiendas, comercios y canchas, pero los comunarios responden si acaso su ganado va a ir a comprarse pan a esas tiendas.
Manifestó que mientras los comunarios no tienen agua, los mineros están regando sus casas con cerveza.
Además, denunció que otros habitantes del lugar son “comprados” por los mineros con dádivas como motores, bombas y padrinazgos, sin entender los graves efectos a largo plazo de esta contaminación.
El especialista de Cenda explicó que condiciones que tiene la zona de Poopó son de “no retorno”, es decir que existe un impacto que no se podrá restaurar.
Aclaró que si bien hay daños que son irreversibles, algunos perjuicios se pueden mitigar, pero eso implica tecnologías y una inversión en medio ambiente, sin embargo, eso no es prioridad para las autoridades y mineros porque requiere de recursos significativos.
JUSTICIA
El dirigente Abel Machaca relató que, junto a otras comunidades, se han emprendido gestiones ante la Gobernación, municipio y ministerios de Minería y Medio Ambiente, pero no son escuchados.
Dijo que las autoridades hacen caso omiso a los reclamos y argumentan que están ocupadas en otras actividades.
Indicó que se ha logrado la realización de controles cada seis meses, pero sólo se envía un funcionario que verifica la situación y se limita a dar informes.
El director de Cenda, Sergio Vásquez, informó que se han realizado diálogos con miras a implementar proyectos que remedien la situación de la contaminación y se brinde mejores condiciones de vida a las comunidades, pero el municipio y gobernación no han dado curso a las solicitudes.
Ante esa situación en 2021 se activó una Acción Popular para pedir la restitución medioambiental, el respeto al derecho al agua de calidad y alimentación. La sentencia constitucional respectiva recién se emitió en marzo de 2023.
Vásquez lamentó que en esta acción no se haya otorgado medidas cautelares, como proporcionar agua de calidad o forraje, pero destacó que se ha ordenado realizar un estudio pormenorizado de la contaminación en el agua de la región y los efectos en la salud.
El dirigente Machaca dijo que hubo desmoralización al no lograrse todo el objetivo de la Acción Popular, pero consideró un avance el hecho de que se deban hacer estudios, aunque ahora existe la susceptibilidad de que los mismos sean manipulados.
El director de Cenda informó que se buscará hacer cumplir los mandatos de la sentencia y que se ha conformado una comisión de seguimiento.
Resaltó que ha quedado claro que la atención a los derechos de la Madre Tierra es un tema pendiente para el Estado. En ese marco, no descartó llevar el caso ante la Comisión Interamericana de Derechos Humanos.
Lo primero que piden los habitantes de esta región es que se les provea de agua potable y forraje para los animales.
UNA ALTERNATIVA
El profesor de la Universidad Técnica de Oruro, Gerardo Zamora, impulsa una iniciativa desde hace una década, que se denomina “Remediar Ganando”, que consiste en rescatar el mineral que se encuentran en las aguas para que, al mismo tiempo de que se limpien, se genere utilidad monetaria.
Explicó, por ejemplo, que en Huanuni las técnicas de recuperación de estaño sólo permiten captar un 70%, es decir que el restante 30% ha ido a parar al río, lo cual genera la contaminación.
Estimó que en el río hay aproximadamente 21 toneladas finas de estaño, que al precio actual sumarían 100 millones de dólares.
La propuesta, entonces, es que se establezca una fase de procesamiento para rescatar el estaño de las aguas y que el beneficio se destine al desarrollo local de las comunidades.
El técnico de Cenda, Yasin Peredo, indicó que la propuesta del profesor Zamora es una manera que puede tomar bastantes años, sin embargo, no es una solución viable para toda la cuenca. (Erbol-Reportaje realizado con información de Iván Camacho – Radio Kancha Parlaspa).