Eric L. Cárdenas del Castillo
El tiempo está considerado, como el transcurso de la existencia en el espacio, es un producto de la naturaleza, es decir, es un fenómeno que responde al “ius naturalis” o leyes naturales, que no cambian, pues siempre a una situación le sigue otra, como el día y la noche, la vida y la muerte. El filósofo Leibnitz dijo al respecto: “El tiempo es un orden de sucesión, el espacio, un orden de coexistencia. Kant sostuvo que espacio y tiempo son intuiciones “a priori” de la sensibilidad. Según la finalidad de cada ciencia, el tiempo tiene una concepción particular, no es lo mismo el tiempo para la física astronómica, que para la biología, etc. Lo cierto es que el tiempo, como conocimiento científico y concepto filosófico, es un tema de los más profundos.
Nosotros nos vamos a referir en esta nota, al tiempo como transcurso de días y meses que hacen a un año calendario. Así vemos que 2024, en nuestro país, no ha sido de los mejores, por el contrario, ha sido un año de crisis en la institucionalidad del Estado, pues se ha deteriorado la economía, con sus efectos sociales y políticos. De tal manera que la sociedad boliviana en su conjunto (en especial los sectores sociales más vulnerables), está padeciendo por la crisis, porque casi todos nos hemos empobrecido por la subida de los precios de todos los productos importados o de producción nacional, entre un 30 a un 70% o más.
El dólar americano, que es la divisa para las transacciones del comercio internacional y un fondo de valor de respaldo a la moneda nacional, ha mudado su precio de Bs. 6.96 a 12 o más, es decir casi un 100%, lo que ha determinado una delicada situación en la economía nacional, sin que se vislumbre una solución en el próximo año. Si bien el presidente del Estado Plurinacional, en reciente contacto con los medios de comunicación, persiste en su teoría de que todavía estamos bien, señalando varias cifras de las variables económicas, comparándolas con algunos índices de los países vecinos, es el bolsillo de los ciudadanos y su afectación a la capacidad de compra la que determina la realidad. Ya lo sentenció un estudioso: “el pueblo no come cifras”.
El discurso oficialista persiste en la solución de la inversión pública para sustituir importaciones, viejo planteamiento de la CEPAL y de los fracasados programas de integración. En uno de esos nos encomendaron fabricar trépanos para perforar pozos petrolíferos y otros sinsentidos. Las más de cien empresas que ofrece el gobierno como solución a la crisis, no es otra cosa que discurso, y de hacerse realidad será la continuación del “despilfarro” de los escasos recursos económicos del país. El presidente anunció la pronta puesta en marcha de una empresa Cocabol, que industrializará la abundante hoja de coca que producimos, cuando ya antes de instalaron empresas de este rubro, que hasta fabricaron pasta dentífrica, harina y licor de coca, sin éxito.
El bajo rendimiento económico de la mayoría de las 70 empresas estatales construidas en los anteriores gobiernos del régimen, debiera llevar a los actuales gobernantes a dejar de lado su programa de industrialización estatal, más aún, cuando el erario público carece de divisas para soportar los más necesarios requerimientos para el normal funcionamiento del aparato productivo nacional, y de la demanda ciudadana de gasolina, diésel y recursos urgentes, como los medicamentos que son importados, que han elevado sus precios a niveles prohibitivos y resultan un atentado a la salud pública. En este caso, debería fijarse arancel cero a las importaciones de productos farmacéuticos.
El presidente del Gobierno también señaló que, en el tiempo que le queda de gestión, tomará las medidas necesarias para encarar el cuadro de deterioro económico, social que nos agobia. Pero esto nos lleva a preguntarnos: ¿antes de dejar el gobierno el año que viene, suspenderá las subvenciones, en especial a los hidrocarburos? ¿Devaluará el valor de la moneda nacional en relación al dólar, a su costo real? ¿Repondrá el “bolsín” para la adquisición de dólares a precio de mercado? ¿Se darán las más amplias garantías y seguridad jurídica a la inversión privada, interna y externa? ¿Cesará la represión política-judicial? ¿Se implantará un régimen de estricta austeridad fiscal para encarar el cuadro de crisis? ¿Se cambiará el modelo económico, social, comunitario, productivo?
La fiesta navideña ha desnudado el cuadro de injusticia social en el país, pues mientras un grupo de privilegiados, empleados del Estado, militantes del partido de gobierno, percibieron alrededor de bs. 40.000 entre salario y aguinaldo navideño, el 80% de la población económicamente activa, no ha tenido aguinaldo, porque subsiste en la economía informal.
El autor es Abogado, Politólogo, escritor y docente universitario.