Orlando Navarro Canelas
«Deus ex machina» es una expresión en latín que significa «dios desde la máquina». Proviene del teatro antiguo, especialmente de las obras griegas y romanas. En esos tiempos, cuando los personajes se enfrentaban a un problema aparentemente insuperable, la solución llegaba de manera repentina y divina: un dios bajaba del cielo, generalmente mediante una grúa o mecanismo especial (la «máquina»), para resolver todos los conflictos.
Hoy este término se utiliza para describir una resolución inesperada y poco creíble en una narrativa. Por ejemplo, si en una película los héroes están atrapados en un volcán y, de repente, un dragón aparece mágicamente para rescatarlos sin ninguna mención previa, estaríamos frente a un deus ex machina.
En la política boliviana contemporánea, estamos viviendo un fenómeno que podría describirse de esta manera. La crisis interna del Movimiento Al Socialismo (MAS) refleja la desesperación de un movimiento dividido. Por un lado, Evo Morales, pese a su imposibilidad legal de postularse nuevamente, sigue siendo la figura principal para el voto duro. Por otro lado, el presidente Luis Arce enfrenta la gestión de la sobrevivencia de un modelo inviable, con niveles de aprobación que no superan el 15% en las encuestas y muy bajos niveles de intención de voto de menos de 5%. Esta debilidad podría llevar al oficialismo a intensificar medidas de presión, incluso mediante el uso de mecanismos legales y actos de violencia, que le permitan o crecer en las encuestas y lo que muchos creen, el de auto prorrogarse sobre la base de la nefasta jurisprudencia del TCP. Mientras tanto, la oposición, que hasta entonces parecía sumida en un letargo, no mostraba acciones concretas para aprovechar la crisis del MAS y parecía que su prioridad era pelear entre ellos.
En medio de este panorama, el empresario y presidente del club Bolívar, Marcelo Claure, irrumpe en la coyuntura política como un deus ex machina. Claure decide intervenir, como si algún escritor hubiese colocado a Bolivia al borde del precipicio, y su aparición lo cambia todo. Contrató a una empresa reconocida para realizar una encuesta a nivel nacional, cuyos resultados incomodaron a muchos. En lugar de analizar el mensaje, algunos optaron por atacar al mensajero. Sin embargo, otros entendieron que, aunque imperfecta como cualquier estudio estadístico, la encuesta era una fotografía del momento.
Días después, Claure concedió una entrevista al periodista Tuffí Aré, donde comentó sobre ciertos precandidatos, delineó su visión política y expuso lo que considera necesario para transformar Bolivia. Y desde entonces a través de cuenta de “X” ha estado comentando sobre la coyuntura política del país. Esto desató una serie de reacciones. Por ejemplo, un Diputado arcista anunció el inicio de un proceso contra Claure, mientras el peor Ministro de Obras Públicas de la historia, Edgar Montaño, lo calificó como el «peor presidente» del club Bolívar. Todo esto en un intento por desviar la atención de los bajos índices de aprobación y la débil intención de voto del presidente Arce.
En paralelo, la oposición también experimentó cambios, al fin parece haber despertado. El expresidente Jorge Tuto Quiroga, que aparecía como cuarto en la encuesta, lanzó su candidatura, sorprendiendo a sus colegas opositores. Esto obligó a actores como Luis Fernando Camacho, Carlos Mesa, Samuel Doria Medina y él a apresurar un acuerdo de unidad que, aunque percibido como forzado, generó esperanzas en quienes anhelan salir de la crisis. Por otro lado, Manfred Reyes Villa marcó distancia de lo que él denomina oposición tradicional, con su agrupación política “Únete”, lo que le valió ciertas acusaciones de ser funcional al gobierno. Mientras que personajes emergentes en la disputa presidencial como Vicente Cuéllar, Amparo Ballivian y Branco Marinkovic quedaron en segundo plano, en una suerte de offside, con poco margen para crecer electoralmente. Aunque nada está dicho.
El impacto de la encuesta también se sintió en las elecciones judiciales. Si la encuesta daba favorabilidad a la oposición, no tenía sentido dar 6 años de control de las instituciones judiciales al MAS. En ese entendido, legisladoras como Luciana Campero publicaron listas de candidatos que no eran afines al partido de gobierno. En cuestión de días, estas listas se viralizaron, generando un fenómeno que contrastó con la elección anterior: los votos válidos superaron a los votos nulos y se derrotó a los candidatos proclives a favorecer al MAS como es el caso del abogado Israel Campero en La Paz.
La narrativa política boliviana aún está en construcción, el 18 de diciembre el masismo se presentó dividido y la oposición –aunque no toda– mostró señales de unidad, es innegable que el tablero ha cambiado, y lo seguirá haciendo, y el factor Marcelo Claure ha actuado como un inesperado deus ex machina. A eso debemos sumar que Bolivia, como siempre, no está exenta de la influencia internacional. En una región donde Javier Milei gobierna en Argentina, Lula da Silva –amigo de Claure– lidera en Brasil y Venezuela enfrenta el declive de su dictador, el 2025 marcará un antes y un después en el país, y que el MAS jamás será lo que fue.
El autor es abogado.