“Hay que hacer pan, galletas, bizcochuelo y todo para armar las mesas. Es mucho trabajito no más y se invierte”, señaló Juana Apaza mientras adquiría algunos productos como harina, manteca, levadura y azúcar, para preparar sus masas de Todos Santos.
“Es el primer año de mi papá”, aseguró por lo que los gastos son mayores ya que la cantidad de masas, frutas y alimentos, de acuerdo con la tradición, es mayor a la de otros años.
El experto en cultura andina, Cancio Mamani, explicó que las familias preparan las mesas o altares para Todos Santos y, entre el 1 y 2 de noviembre, reciben y despiden a los ajayus o almas.
Esa acción también es practicada por los amautas o sabios aymaras quienes aseguran que “venimos de un Wiñay Marka (pueblo eterno) y volveremos a ese Wiñay Marka, por lo tanto, no existe la muerte sólo volvemos a nuestro pueblo”.
Explicó que, desde hace mucho tiempo, “la población arma las mesas para esperar a las almas, con los productos y alimentos característicos, pero además con los que al difunto le gustaba”.
“A los ajayus (almas) se los espera con altares armados de los difuntos conocidos como apxatas, que incluyen alimentos, bebidas y sobre todo a las tantawawas, elementos que tienen un especial significado en la festividad de Todos Santos en Bolivia”, expresó.
Mamani recomendó recibir a los ajayus con cariño, alegría y sobre todo en familia, como una manifestación de unidad en torno a los seres queridos.
HISTORIA
De acuerdo con Mamani, en la época colonial, el pueblo sacaba a las chullpas momificadas a pasear y a compartir comida y bebida con los vivos. Entre la gente del pueblo era natural recibir al visitante por un momento, que llegaba trayendo lluvia, fertilidad y abundancia.
Por su parte, el antropólogo Milton Eyzaguirre, indicó que Todos Santos es una fiesta que antes se llamaba Ayamarka y ratificó que para el mundo aymara, la muerte era otra etapa de la vida. Además, no culmina el 2 de noviembre, sino que se extiende más.
“En noviembre comienza el Ayamarka, el tiempo de los muertos, que según las tradiciones que lamentablemente llegaron con la colonización las almas de los difuntos llegan el 1 de noviembre y se van el 2. Pero este período de los muertos se extiende hasta la llegada del carnaval. Entonces, durante todo ese tiempo en la zona andina, se celebran rituales de la muerte y rituales de la vida”, señala Eyzaguirre.
Sostuvo que en este tiempo los muertos traen fertilidad, agua para ayudar a germinar las semillas, por lo que el 2 o 3 de noviembre, se van, pero no regresan al mundo celestial, sino al subsuelo para coadyuvar al proceso de fertilidad.
Además, en estas fechas se utilizan singulares instrumentos musicales para acompañar la llegada y el despacho de las almas.
“Entonces se despacha a los muertos con la interpretación del alma pinkillo y llega el ‘anata pinkillo’ que es un instrumento que se toca durante todo el tiempo que dura la celebración de los muertos”, indicó.