“Mi esposa me dice: ‘Si estoy enferma estoy enferma, igual me tengo que morir de cualquier enfermedad. No puedo dejar de comer’. Cuando comenzó esto de la minería ella tuvo más dolores. Tal vez es esto del consumo de pescado, antes no había eso”, dice Óscar Lurici, capitán grande de Eyiyo Quibo, una comunidad al norte de La Paz, en la frontera con Beni y al ingreso del Parque Nacional Madidi.
Él tiene 45 años, escaso cabello que cuelga de una frente amplia, y aunque es líder de esta población indígena de 400 habitantes, él viene de otro lugar, pero se casó con una Esse Ejja. Los Esse Ejja, antiguamente de cultura nómada, fueron conocidos desde siempre como la gente del río. Ese era su territorio, las extensas riberas en el norte boliviano y el sur del Perú, para ir y venir como les dé la gana. Pero eso cambió hace casi 30 años. Forzados por la cultura sedentaria, algunos de ellos se asentaron en un área de ocho hectáreas al borde del río Beni, en San Buenaventura.Esto es Eyiyo Quibo.
CANTIDAD DE MERCURIO IMPENSABLE EN EL CUERPO HUMANO
A principios de este año llegó aquí un grupo de investigadores para conocer si el uso de mercurio en la extracción de oro río arriba tenía algún impacto en esta población. Los especialistas extrajeron muestras de cabello a las mujeres en edad reproductiva y se sorprendieron al encontrar el elevado nivel de metilmercurio en sus cuerpos (compuesto neurotóxico derivado del mercurio, el cual puede concentrarse en el organismo humano y adquirirse por el consumo de pescado contaminado, entre otros).
El límite “saludable” para metilmercurio en el cuerpo humano es de una parte por millón (1ppm), pero en el caso de estas indígenas se encontró que el 94% tenían niveles de metilmercurio por encima de ese límite, un caso incluso llegó a las 32 ppm.
Este estudio, financiado por la Red Internacional de Eliminación de Contaminantes (IPEN), se hizo en Brasil, Venezuela y Colombia; pero el caso de Bolivia fue el más preocupante. “Los niveles de la carga corporal del mercurio entre las mujeres en la comunidad (boliviana) son los más elevados que se hayan hallado en este estudio”, concluyó el reporte, en junio de 2021.
El mercurio se usa para extraer oro del río. Pero como los Esse Ejja no son mineros, se concluyó que fueron contaminados por consumir pescado, el cual a su vez se contamina por los desechos que la minería aurífera expulsa en los ríos.
A ese nivel de contaminación existe un riesgo alto de desarrollar problemas neurológicos, renales, disfunción cognitiva y motriz, ceguera, discapacidad del habla, daño cerebral, entre otras enfermedades. Pero la principal preocupación es el daño que el nivel de mercurio en una mujer en etapa de gestación puede ocasionar en el feto.
“Mi sobrino me dijo que me voy a enfermar si sigo comiendo pescado contaminado. No sé como será, yo sigo comiendo nomás”, comenta una mujer mientras prepara el almuerzo: plátanos a la leña.
A ella le detectaron 9.1 ppm de mercurio en su cuerpo. Al igual que el resto de los entrevistados en Eyiyo Quibo, recibió con resignación los resultados. ¿Qué pueden hacer al respecto? Todos ellos están conscientes de que la minería aurífera río arriba no se detendrá porque está en manos de aliados del Gobierno boliviano.
En las poblaciones de Mapiri, Teoponte, Guanay, Tipuani y otras que están hacia el sur, y cuyos ríos desembocan en el río Beni, los cooperativistas mineros operan con poco o nulo control gubernamental.
Entre estas reflexiones de resignación, esta mujer de 58 años recuerda el pasado como la mayoría lo hace: mejor que ahora. “Nuestros padres iban de un lado a otro a lo largo del río. Un año en un lugar, y cuando se cansaban subían a la canoa para irse a otro sitio. Yo iba con ellos”, cuenta ella.
Entonces el pescado abundaba y por estas fechas, antes de que inicie la primavera, el agua aclaraba. Ahora el pescado se acaba en un río cada vez más enfermo.
NADIE SABE NADA
Parado al lado del río Beni, en la orilla de Rurrenabaque, Osmilder Bedregal —pescador y dirigente de su gremio, además de heredero y empresario de un famoso restaurante— asegura que la pesca se redujo hasta en 60% desde que él entró al rubro, hace casi 20 años. Ahora tiene 45 y le echa la culpa de esta carencia a la minería río arriba, donde se usa mercurio sin ningún control para facilitar la recolección de oro.
En otro lado del pueblo, en la Alcaldía de Rurrenabaque, un funcionario que está cerca a la puerta de ingreso expresa: “¡Uuuu hermano aquí estamos jodidos con eso!, no sé si sabes del estudio que ha salido recién y que los indígenas de aquí al frente están contaminados por mercurio. Yo no dejo que mi familia coma pescado. En unos años toda esa gente tendrá cáncer, y nadie dice nada, nadie sabe nada. Pero deja que te lleve donde la persona a cargo”.
La persona a cargo trabaja en la Unidad de Medioambiente y Áridos; pero no escuchó del estudio. Los alcaldes de Rurrenabaque y San Buenaventura, Elías Moreno y Luis Alberto Alipaz, respectivamente, tampoco se enteraron del informe del IPEN, que alerta sobre la posibilidad de que la contaminación por mercurio en otras poblaciones aledañas al río Beni sea similar.
La mala noticia tampoco llegó a los hospitales de ambos municipios, donde los médicos reportan que los casos más frecuentes que atienden son infecciones estomacales. Sin bien trataron a pacientes con síntomas que pueden estar vinculados a la alta exposición al mercurio, no hay certeza de ello.
“La gente sabe de esta contaminación, pero mientras no los mate al rato o no les haga daño al momento creen que es mentira”, explica el alcalde Alipaz, y reconoce que es hora de tomar acciones, porque el problema va en aumento.
GOBIERNO CON POCAS RESPUESTAS
El representante de la Coordinadora Nacional de Defensa de Territorios Indígenas Originarios Campesinos y Áreas Protegidas (Contiacap), Álex Villca, lleva una lucha constante contra la contaminación por la minería en el norte boliviano.
Recuerda que desde el 2016 comenzó a escuchar las consecuencias que traería para el norte de Bolivia la explotación de oro. En 2019, en una travesía por el río Kaka, afluente que desemboca en el río Beni, encontró 12 dragas chinas y colombianas. Para este año (2021) el número subió a 60, afirmó.
“Si bien este problema se visibiliza no hay una respuesta de las autoridades competentes. Las instituciones llamadas por ley para hacer algo brillan por su ausencia”, alerta Villca.
El responsable del Programa Nacional de Gestión Ambiental del Ministerio de Salud, Alfredo Laime, afirma estar consciente de la situación y asegura que se trabaja al respecto.
En su opinión ya se tiene un diagnóstico general y es momento de intervenir, aunque esto no sea tarea sencilla. “Nuestra lucha al final es que se rechace el uso de mercurio en la minería”, dice Laime, consciente de que en esta actividad hay otros actores, y entre los principales están los cooperativistas mineros del norte paceño, aliados del Gobierno. Estos, en marzo del 2021, se opusieron a intentos legislativos para controlar y reducir el uso de mercurio en la minería aurífera.
No obstante, el secretario general de la Federación Regional de Cooperativas Mineras Auríferas del Norte de La Paz, Rolando Zambrana, afirma lo contrario. Él asegura que su sector está abierto a reemplazar el metal pesado por otras sustancias o técnicas para extraer oro que sean menos dañinas para el medioambiente y la salud. Sin embargo, admite que no se reemplazará el mercurio en el corto plazo ante la falta de otras alternativas al alcance de los mineros.
En 2013, Bolivia suscribió el Convenio de Minamata, el cual insta a los Estados firmantes aplicar un Plan Nacional de Acción para reducir el uso de mercurio en sus territorios. Bolivia aún no concluyó su plan porque el Gobierno no destinó recursos para este propósito.
La responsable del Programa Nacional de Contaminantes Orgánicos Persistentes, Miroslava Castellón, dependiente del Ministerio de Medioambiente, explica que están en proceso de conseguir financiamiento externo para cumplir con esta obligación. Si todo sale según lo esperado el plan para reducir el uso de mercurio debería implementarse en 2025.
IMPOTENCIA ANTE LA FIEBRE DEL ORO
“¿Acaso nosotros nomás consumimos pescado? Son cientos de comunidades a la orilla del río. Hace un tiempo una madre quiso matar a su bebé porque se asustó al ver cómo nació, con una malformación en la cabeza. Más allá hay una niña que no puede mantenerse de pie. Antes no habían estas cosas”, apunta Óscar Lurici, el líder de Eyiyo Quibo, antes de llevarnos donde un anciano tendido en el suelo.
Ramuel Apolice, de 70 años, estaba rodeado de sus hijas y nietos, quienes ni bien nos vieron desaparecieron, dejándolo solo al lado de su silla de ruedas. Lo visible en él son dos protuberancias debajo las rodillas y su incapacidad de mover las piernas, pero no se sabe qué tiene. Y ni en éste ni en ninguno de los otros casos mencionados por el capitán grande se puede asegurar que las enfermedades sean por contaminación con mercurio. Lo único seguro es que el riesgo está presente.
Frente a Eyiyo Quibo se encuentra una isla donde hace tiempo solían vivir los Esse Ejja en sus constantes viajes nómadas por el río Beni. Eso fue hace 30 años, antes que un extranjero les comprara el terreno que ahora ocupan, donde el Gobierno les construyó casas de ladrillo y cemento pintado de azul en lugar de las de palo y hojas de plátano.
En una de estas casas se encuentra Elva Roca, de 34 años, con 10 ppm de mercurio en su cuerpo. Sentada en el patio de arena, desde la sombra de un árbol, observa a sus hijos desnudos bañarse en la pileta de agua.
“Sí. Sabemos que por los mineros los pescados se infectan más y con el tiempo será peor, pero sólo Dios sabe qué pasará, pues”, concluye. (Brújula Digital)