La entidad lamenta que con precios favorables de la soya en el mundo, los productores no puedan aprovechar, pero también con mayores volúmenes de producción el país, en el mediano plazo, podría dejar de ser un tomador de precios para ser un “jugador destacado” en el mercado internacional.
Asegura que la industria oleaginosa boliviana se convirtió en un factor esencial de la reactivación económica, con exportaciones que permitieron lograr un superávit comercial en el año 2021.
Sin embargo, de acuerdo a los expertos y a las tendencias mundiales, existe un enorme potencial para convertir a Bolivia en un país agroexportador por excelencia que no está siendo bien aprovechado, agrega.
Según datos del Instituto Boliviano de Comercio Exterior (IBCE), el año pasado las exportaciones en el sector de soya fueron de 1.365 millones de dólares, con bienes con valor agregado (como la torta de soya, los aceites de crudos y refinados y otros), pero pudieran ser 2.000 millones de dólares si se incrementara la producción de grano de soya con acceso a la biotecnología.
“Nuestro país, que actualmente no es un actor relevante a nivel internacional, puede llegar a serlo sí aprovecha el momento. Esto significa implementar la biotecnología en la siembra de soya para incrementar los rendimientos en la cosecha”, afirma el presidente de la Cámara Nacional de Industrias Oleaginosas de Bolivia, Jorge Amantegui.
«Con ello se podrá tener volúmenes de producción que permitan competir en mejores condiciones con los países vecinos y dejar de ser un tomador de precios para convertir a Bolivia en un ‘jugador’ más destacado en el mercado internacional», agrega.
Para ello, según señala Amantegui, se requieren políticas claras que impulsen la producción de grano de soya con aplicación de biotecnología y la liberación de las exportaciones agroindustriales.
Esta mejora se podría producir sin aumentar la frontera agrícola, solamente optimizando la productividad y disminuyendo las debilidades que enfrenta actualmente el sector soyero, asegura.