El centro nuclear que construye el Gobierno a un costo superior a los 350 millones de dólares luce imponente en la urbanización “Las Kantutas”, enclavada en el Distrito No. 8 de la ciudad de El Alto, que no tiene agua potable las 24 horas del día, carece de alcantarillado pluvial y está envuelta en tierra y polvo.
“No tenemos servicios básicos y el agua potable viene de un pozo que perforamos a costo del bolsillo del vecino”, señaló Bernardo Guarachi, dirigente vecinal.
Doña Juana Limachi, también vecina de la zona, comentó que el agua no fluye las 24 horas del día. “Nos cortan algunas horas”, señaló.
Guarachi confirmó esta situación. “Hay agua potable de pozo para la urbanización entre las 6 de la mañana y las 10 de la noche. El fluido no es todo el día porque se calienta el motor de la bomba. Para la Empresa Pública Social de Agua y Saneamiento (Epsas), no existimos”, comentó el dirigente.
La mayoría de reactores nucleares en desarrollo y en construcción son reactores refrigerados por agua, refiere la enciclopedia universal a propósito de la importancia que tiene para el funcionamiento de una planta nuclear en cualquier parte del mundo.
Además, la que construye el Gobierno no es una excepción a la regla. Sobre el tema, la directora de la Agencia Boliviana de Energía Nuclear (ABEN), Hortensia Jiménez, dijo que la Agencia Internacional de Energía Atómica de las Naciones Unidas (ONU) visita periódicamente el avance de obras en la planta.
“Vienen y ellos son los que van (supervisando) la evolución y avance del proyecto, que responda a estándares de seguridad”, aseguró.
Distante a una hora, aproximadamente, desde el centro de la ciudad de La Paz, la millonaria infraestructura refleja como espejo la extrema pobreza que la circunda, pues en una extensión de más o menos 35 hectáreas, una población, mayoritariamente migrante del campo, que vive hace más de una década en la zona, mira todos los días cómo el Gobierno edifica el primer reactor nuclear con fines pacíficos.
En julio pasado, el presidente, Luis Arce, participó de un acto oficial que dio inicio a la construcción del reactor, “tercer componente” del Centro de Investigación y Desarrollo en Tecnología Nuclear (Cidnt) compuesto además por un Ciclotrón-radiofarma y Preclínica, y Multipropósito de Irradiación Gamma.
El 6 de marzo de 2016, los gobiernos de Bolivia y Rusia firmaron un acuerdo intergubernamental, el cual contempló la construcción de un centro de investigación nuclear,
Las obras civiles de la planta arrancaron en 2017, pero sufrieron retrasos en 2020, como efecto del cambio de gobierno.
A casi cuatro años de haber iniciado la construcción, la ABEN está ausente en la zona porque no desplegó, hasta ahora, información que tenga como fin orientar a la población sobre los beneficios que tiene y los riesgos que implica que esté dentro de una urbanización, una planta de estas características.
“Gigante” así bautizó la población a la planta nuclear, señaló Guarachi, dirigente vecinal que llegó a “Las Kantutas” hace doce años para vivir y edificar, al igual que otros, 2.500 vecinos, que ahora tienen como morada la zona.
Solo una línea de minibuses que lleva las iniciales “SVA” realiza el traslado de personas que buscan visitar la planta o simplemente, volver a casa desde la ciudad de La Paz o El Alto, tras cumplir una jornada de trabajo.
La única línea tiene como punto de parada la extranca de Senkata, así llamada por los lugareños, para recordar la planta, que lleva el mismo nombre y es uno de los depósitos más grandes de hidrocarburos que tiene el departamento de La Paz para garantizar, cada día, la provisión de líquidos.
El recorrido demora, aproximadamente, entre 10 a 15 minutos, desde el punto de parada, debido a que para ingresar a la urbanización se debe recorrer por calles y avenidas de tierra y piedra, ya que la zona carece de pavimento, enlosetado y/o empedrado.
El rodado debe ir con cuidado para no tropezar con promontorios de tierra que podrían dañar las ruedas o romper muelles.
Antes de arribar al punto de llegada, otra urbanización llamada “Amaranta I y II” precede a “Las Kantutas”, donde finalmente se erige la planta nuclear, que, según los vecinos, traerá desarrollo y mejorará la vida de la población, una promesa gubernamental que aún esperan se haga realidad. (Brújula Digital)
Desarrollo urbano
La directora de la Agencia Boliviana de Energía Nuclear (ABEN), Hortensia Jiménez, declaró que la zona que circunda a la planta tiene desarrollo urbano.
“Hoy por hoy tienen una avenida totalmente asfaltada, tienen iluminación, van a tener seguridad (en cuanto al funcionamiento del reactor de investigación), y fibra óptima (para internet)”, describió las ventajas que aparentemente tiene la población que vive en la zona.
Sin embargo, la visita que hicimos al lugar puso en evidencia, carencias estructurales y, sobre todo, falta de servicios básicos como agua y alcantarillado. Que decir de contar con fibra óptica para internet o calles asfaltadas.
Los “productos indirectos que está (dejando el) proyecto”, según anunció Jiménez, contrasta con una realidad totalmente diferente pues la pobreza brilla sola a los ojos de propios y extraños.
Limachi tiene una tienda de barrio para vivir. Al día percibe, con suerte, Bs 100, por lo general está por debajo.
“Llegó el proveedor de Pepsi. No podré comprar, no tengo suficiente efectivo, las ventas cayeron mucho y ahora solo vendo pan y una cascadita (soda popular que tiene un precio de Bs 1)”, comentó la vecina mientras conversaba con este medio.
La autoridad gubernamental dijo también que, sostenidamente, vienen desplegando en la zona información sobre la planta; Guarachi, sin embargo, afirmó lo contrario.
“Para empezar (al inicio) existió ciertas reunioncitas, pero no (de fondo). Antes de empezar la obra nos reunieron (para informarnos), pero no volvimos a recibir ninguna información más”, aseveró el dirigente vecinal.