Las criptomonedas al ser sistemas descentralizadas, monedas descentralizadas, no están bajo control de ninguna entidad pública, y esta situación resta poder a las autoridades monetarias de los países, según el economista y exdirector del banco Central de Bolivia (BCB), Gabriel Espinoza, a propósito del artículo de economistas del Fondo Monetario Internacional (FMI), que señala que a medida que los criptoactivos ganan terreno, los reguladores tienen que intervenir.
“A muchos bancos centrales no les gusta esta idea”, señaló a tiempo de indicar que en el caso de Bolivia, su uso se remonta hace años atrás, debido a que el Gobierno no tiene la capacidad de controlar.
Sin embargo, reflexionó al indicar que el uso corriente de estas monedas, pese a que ingresaron a Bolivia, no será posible debido a que requieren tecnología y que la gente conozca.
En Sudamérica la banca por internet avanza lentamente, por falta de tecnología y conocimiento, por ello este tipo de monedas ve limitada su expansión, aunque no se descarta que se utilice como medio de reservas o ahorro, señaló el economista.
Mencionó que El Salvador no avanzó en su uso, debido a que la gente no conoce.
Explicó que la idea de la creación de las criptomonedas era para limitar variaciones discrecionales que suelen enfrentar otras monedas cuando un gobierno, por ejemplo, necesita encarar planes de reactivación o financiarse, y recurre al banco central.
“Sino había independencia del banco central, entonces la emisión monetaria se disparaba, el banco central se volvía un prestamista de los gobiernos de turno que tenían problemas y, eventualmente, esto se transformaba en inflación, depreciación y demás”, apuntó.
Entonces el objetivo principal de las criptomonedas, en inicio, era mitigar estas volatilidades de las monedas, al quitar el control al banco central, de activos que la gente podida transar.
Pero más adelante se convirtió en refugió para quienes querían salir de activos tradicionales, como ser minerales, bonos de empresas y demás, pero luego empezaron a ser utilizadas como medio de inversiones especulativas.
“Ese proceso ha provocado que las criptomonedas empiecen a tener variaciones muy grandes, mucho más grande que cualquier activo en el mercado, y esto le quita parte de la esencia. Obviamente, a los bancos centrales no les gusta, en principio, por la falta de control.
Introducen una volatilidad enorme al mercado, reitera a tiempo de indicar que también empiezan a surgir problemas en su uso, debido a que pueden ser un vehículo para estafar a gente que no conoce el tema.
A pesar de ese reparo, las criptomonedas terminan convirtiéndose en dinero de circulación corriente, como cualquier moneda, y cuando varían los precios de éste, se transfieren a los mercados “reales”, añadió.
Criptoactivos
Dimitris Drakopoulos, experto Principal del Sector Financiero en la División de Análisis de los Mercados Mundiales del Departamento de Mercados Monetarios y de Capital del Fondo Monetario Internacional (FMI), Fabio Natalucci, subdirector del Departamento de Mercados Monetarios y de Capital y Evan Papageorgiou, subjefe de la División de Análisis de Mercados Mundiales del Departamento de Mercados Monetarios y de Capital, en su artículo publicado el Blog del fondo, El auge de los criptoactivos plantea nuevos desafíos para la estabilidad financiera, señalan la necesidad de una regulación.
Los criptoactivos abren un nuevo gran abanico de oportunidades: pagos rápidos y fáciles. Servicios financieros innovadores. Acceso inclusivo para partes del mundo previamente «desbancarizadas». Todo esto ha sido posible gracias al ecosistema de criptoactivos.
Pero las oportunidades traen consigo desafíos y riesgos. En el último Informe sobre la estabilidad financiera mundial (informe GFSR) se describen los riesgos que plantea el ecosistema de criptoactivos y se ofrecen opciones de políticas para ayudar a navegar estos mares ignotos.
El valor total de mercado de todos los criptoactivos superó los 2 billones de dólares en septiembre de 2021, es decir, se ha multiplicado por 10 desde comienzos de 2020. También está surgiendo todo un ecosistema rebosante de bolsas, billeteras, mineros de criptomonedas y emisores de criptomonedas estables.
Los riesgos de protección de los consumidores siguen siendo considerables dados los limitados o inadecuados requisitos de información y supervisión. Por ejemplo, más de 16.000 vales o tokens han sido cotizados en varias bolsas y en la actualidad existen alrededor de 9.000, mientras que en cierta forma el resto han desparecido.
El (pseudo) anonimato de los criptoactivos también crea deficiencias de datos para los reguladores y puede presentar oportunidades perversas para el lavado de dinero y el financiamiento del terrorismo.
Estables
Las criptomonedas estables “que procuran anclar su valor por lo general al del dólar de EEUU” también están creciendo a un ritmo vertiginoso, y su oferta se cuadriplicó a lo largo de 2021, hasta alcanzar los 120.000 millones de dólares.
No obstante, el término “criptomoneda estable” abarca un muy diverso grupo de criptoactivos y puede ser engañoso. Dada la composición de sus reservas, algunas criptomonedas estables podrían estar sujetas a situaciones de pánico, que repercutirían en el sistema financiero.
Importantes
desafíos por delante
El grado de adopción de los criptoactivos es difícil de medir, pero hay encuestas y otros indicadores que hacen pensar que las economías de mercados emergentes y en desarrollo encabezan la tendencia. En particular, los residentes de estos países incrementaron notablemente los volúmenes de sus transacciones en bolsa de criptoactivos en 2021.
La criptomonetización puede mermar la capacidad de los bancos centrales para implementar la política monetaria de forma eficaz. También podría introducir riesgos para la estabilidad financiera, por ejemplo a través de riesgos de financiamiento y solvencia derivados de descalces de monedas, y al amplificar la importancia de algunos riesgos ya mencionados relativos a la protección de los consumidores y la integridad financiera.
Medidas políticaS
Como primer paso, los reguladores y supervisores tienen que ser capaces de vigilar la rápida evolución del ecosistema de criptoactivos y los riesgos que crea, y para eso tienen que subsanar sin demora las deficiencias de datos.