Diez empresas extrajeras de alimentos y bebidas facturan 1.000 millones de bolivianos anuales, según reveló una investigación promovida por el grupo “La Pública”, con el apoyo de Wethungerhilfe y la Cooperación Alemana.
La investigación señala que el 55,7 % de los ingresos facturados en el territorio nacional corresponde a corporaciones internacionales, trabajo realizado en el marco del proyecto “Abogacía por el derecho humano a la alimentación y promoción de Sistemas Alimentarios locales en Perú y Bolivia”.
De esta cantidad de compañías internacionales, tres: Coca-Cola, Nestlé y Unilever, catalogadas como las mayores factorías de alimentos en el mundo, tienen oficinas en el país, mientras que, de manera indirecta, tiene presencia Pepsicola, a través de una sociedad con la Cervecería Boliviana Nacional (CBN), refiere la investigación.
La lista de las 10 empresas la complementan: PIL Andina e Industria de Aceite Fino, de capitales peruanos, la Sociedad Comercial e Industrial Hansa (alemanes), Miclar SRL (estadounidenses Herbalife), Procesadora de Oleaginosas (argentinos) y CAMSA Industria y Comercio de capitales chilenos-bolivianos, asegura la investigación.
Oxfam identificó, además, en 2013 la presencia de las compañías Associated British Foods (ABF), Danone, General Mills, Kellogg’s, Mars y Mondelez.
La institución privada apuntó sobre Mondelez, que está ausente del Ranking de las 300 Más Grandes en Bolivia, pero tiene Registro de Comercio, en el que está identificada como importadora.
La presencia indiscutible de transnacionales de los alimentos en el mercado nacional fue además revelada por el Ranking de las 300 Empresas Más Grandes de Bolivia 2018. Las compañías representan aproximadamente el 85 % de los negocios facturados del país, según reporte del periodista Edwin Miranda.
El hecho de que las grandes transnacionales de alimentos tengan presencia indiscutible en el país, no es gratuito. Obedece a una estrategia de mercado que, de alguna manera, está siendo alimentada por el Gobierno, señala Miranda.
“El alimento se ha vuelto una mercancía, no un bien básico de necesidad”, comentó al respecto María Julia Jiménez, miembro en Bolivia del movimiento denominado “slow food” que significa alimentarse valorando la calidad y, con ello, teniendo en cuenta la procedencia de las materias primas y el modo de cocinarlas.
Para la especialista, el consumo de alimentos agroecológicos es saludable y fortalece nuestro sistema inmune previniendo infecciones por covid-19 y otras enfermedades, pero la población boliviana está dejando de lado está línea de conducta.
“El consumo de quinua per cápita en Bolivia llega a 2 kilos, cuando el consumo de fideo, pan es 20 kilos. Tenemos un super alimento para los astronautas de la Nasa, pero no lo consumimos, no hay políticas que puedan incentivar, no hay condiciones y el gusto de la nueva generación va en otra dirección, lejos de una alimentación sana”, apuntó Jiménez.
En esa línea, en entrevista con este medio de comunicación, el investigador y docente de la Universidad Mayor de San Andrés (UMSA), Lucio Tito, alertó que la comida rápida es uno de los principales problemas que ponen en riesgo la seguridad alimentaria.
Además, señaló que la falta de apoyo a la agricultura familiar reduce la oferta de producción orgánica o ecológica, y una muestra de ello es la ausencia de mercados para venta de esta clase de productos, como lo hacen a nivel internacional.
Para sustentar argumentos, la investigación recurrió a datos. Un estudio de la Organización Panamericana de la Salud (OPS) y la Organización Mundial de la Salud (OMS), publicado en 2015, alertaba que en el periodo 2000-2013 las tasas más rápidas de crecimiento en las ventas de productos ultraprocesados en América Latina se observaron en Uruguay (146,4 %), Bolivia (129,8 %) y Perú (107 %), mencionó el analista en temas alimentarios.
Un efecto inmediato de esta situación tiene que ver con el suministro a la población de altas dosis de azúcares, conservantes, edulcorantes, sal, aceite, saborizantes o colorantes que se asocia a una mayor tasa de sobrepeso y obesidad en la población, alertó el informe.
Información oficial del Ministerio de Salud señala un incrementó en Bolivia de 21,1 % en 1997 a 42,7 % en 2016 y a 63,3 % en 2019 en la ingesta de alimentos que generan factores de riesgo para numerosas enfermedades crónicas como la diabetes, los males cardiovasculares y el cáncer, apunta el autor del artículo.
Según Jiménez es sabido que gran parte de los alimentos que tiene la familia boliviana en la mesa tienen como origen a la industria extranjera, debido, a varios factores, entre estos, el contrabando.
“Ahora no se si existe un monopolio (de varias empresas extranjeras en Bolivia), es probable, pero me parece interesante los datos que se presentan y en la realidad está sucediendo esto, porque además la gente lo permite, ya que deja de lado el consumo de alimentos sanos, ecológicos”, apuntó la activista en producción agroecológica.
En esta línea de pensamiento, el investigador en agroalimentos, Rafael Lindeman (RIMISP), señaló que la única manera de contrarrestar a la gran industria de alimentos, es mostrando a la producción agroecológica, como un sistema que deja una huella ambiental ínfima.
“La huella ambiental es menor. El impacto no está fuerte. Creo que apostar por una agricultura familiar es apostar por un impacto ambiental menor, uso de menos agroquímicos, el punto central (es estar convencido que) la agricultura familiar sea sinónimo de armonía con él medioambiente, además que son nutritivos”, subrayó el especialista.
La investigación también puso al descubierto que más de la mitad de lo que se sirve en la mesa de los bolivianos se “amasa” a distancia y con capitales extranjeros.
La facturación resultante de la venta total de productos alimenticios nacionales e importados es un indicador, señala el informe.
Para expandir más la presencia que tienen en la mesa de los bolivianos, algunas de las firmas como Coca-Cola y PIL, han diversificado su oferta para acaparar otros segmentos aledaños a su línea del negocio central. Así, la primera es dueña también de agua embotellada, y la segunda ya no solo vende productos lácteos, sino frutas en conserva, subrayó la investigación.
Ingresos millonarios por venta de alimentos procesados
Según el ranking, las empresas que concentran una facturación mayor a 1.000 millones de bolivianos, cada una, son: CBN, de capitales belgas y fabricante de cerveza, gaseosas, energizantes, aguas saborizadas y bebidas de malta; la estadounidense Coca-Cola, que comercializa gaseosas, jugos, aguas, energizantes y aguas saborizadas; y la peruana PIL, que ofrece leches, yogures, helados, bebidas, productos de soya, quesos, alimento chocolatado, azúcar, café, compotas, conservas de frutas, conserva de pescado, crema de leche, postre gelificado, margarina, mermelada, pastas, mantequilla, dulce de leche, bebida láctea y cocoa, detalla la investigación.
Las empresas nacionales también aprendieron el negocio
No solo las transnacionales ganan dinero y manejan, casi como monopolio, la producción de alimentos en el territorio nacional. También ingresaron a este círculo virtuoso empresarial, compañías nacionales.
La investigación señala, en ese sentido que, Hipermaxi (cadena nacional de supermercados), que expende distintos productos crudos, procesados y ultraprocesados; IOSA, que se enfoca en el negocio de los aceites refinados y derivados de oleaginosas; y Sofía, que distribuye cortes de carne y carnes procesadas -la cual le ha dado incluso una mordida a la comida de las mascotas-; así como la peruana Alicorp (Fino), dedicada a la venta de aceites refinados, margarina y manteca, manejan ahora el negocio con eficacia y resultados altamente significativos para sus arcas particulares.
ALIMENTOS
ULTRAPROCESADOS
Las compañías nacionales e internacionales dedicadas a la producción de alimentos procesados, lo que crearon fue una adición o introducción de sustancias que cambian la naturaleza de los alimentos originales para prolongar su duración o hacerlos más agradables o atractivos, indica la investigación.
Por lo general, lo que hacen es conservar la identidad básica y la mayoría de los componentes del alimento original, pero los métodos de procesamiento hacen que sean desbalanceados nutricionalmente, debido a la adición de aceite, azúcar o sal, preservantes y/o aditivos, subrayó el informe.
“Elaborados principalmente con ingredientes industriales, suelen contener poco o ningún alimento entero o natural. Son durables y muy apetecibles. Llevan conservantes, estabilizantes, emulsionantes, disolventes, aglutinantes, aumentadores de volumen, edulcorantes, resaltadores sensoriales, saborizantes, colorantes y micronutrientes sintéticos para “fortificar” los productos. La mayoría son resultado de tecnologías sofisticadas y procesos de hidrogenación, hidrólisis, extrusión, moldeado y remodelado”, señaló la Organización Mundial de la Salud (OMS), en referencia a los alimentos procesados industrialmente.
En el caso de Bolivia, la oferta del conglomerado de 31 compañías consta de productos procesados, como verduras o leguminosas enlatadas o embotelladas y conservadas en salmuera, frutas en almíbar, pescado preservado en aceite, harinas, quesos y algunos productos procesados de carne, como jamón y tocino ahumado.
Pero también comercializan mercadería ultraprocesada, como sopas enlatadas o deshidratadas, margarinas, aceite refinado, sopas y fideos empaquetados “instantáneos”, cereales de desayuno, harina, mezclas para pastel, papas fritas, bebidas gaseosas, jugos, galletas, caramelos, mermeladas, salsas, helados, chocolates, fórmulas infantiles, leches para niños pequeños y comida para bebés, barras de “energía”, muchas variedades de panes, tortas, postres, productos “listos para calentar” y muchos otros tipos de bebidas y snacks, subrayó la investigación.
LA SALUD DE LOS
BOLIVIANOS ESTÁ
EN RIESGO
La ingesta diaria de alimentos procesados y ultraprocesados contribuye al deterioro gradual de la salud de la población y por lo tanto, pone en riesgo la integridad física de los bolivianos, alertó también el informe.
En este sentido enfermedades como la obesidad, diabetes e incluso el covid-19, encuentran en los alimentos industrializados, cultivo para seguir vivos y constituirse en una amenaza seria para la salud de la población.
El 63,3 % de la población en Bolivia sufre de sobrepeso u obesidad, según la primera Encuesta Nacional de Factores de Riesgo de las Enfermedades No Transmisibles (ENT), de 2019.
Las mujeres son las más afectadas: 66,9 % de ellas, frente al 59.9 % de los hombres, refiere la investigación.
Asimismo, el 6,6 % de la población en Bolivia ha sido diagnosticada con diabetes, a decir del último informe mundial de la OMS, y sobre cuyo crecimiento da pauta el Programa Nacional de Enfermedades No Transmisibles del Ministerio de Salud, que en los datos publicados en 2017, establece que los casos de diabetes habían aumentado de 98,1 en 2015 a 138,1 en 2016.
Según la OMS, otras implicaciones sobre la salud humana respecto de la pandemia causada por covid-19, indica que el virus puede infectar a personas de todas las edades y condición, ciertamente, pero las que padecen algunas enfermedades crónicas, entre ellas la diabetes, los problemas cardíacos y la hipertensión arterial, “tienen más probabilidades de enfermarse gravemente cuando adquieren la infección”.
Detrás de muchos de los casos de esas enfermedades crónicas están el sobrepeso y la obesidad, condición esta última que diversos estudios asocian particularmente con un mayor riesgo para la hospitalización, el ingreso en terapia intensiva e incluso la muerte en caso de contagio de covid-19, señala la investigación.