Ernesto González Valdés
¿Hiciste algún voluntariado?, que es “expresar tu solidaridad de forma organizada que implica compromiso con las necesidades existentes y los objetivos colectivos”. En lo personal sí, en diversos campos: agricultura, construcción, cuido del medio ambiente, donar sangre, donar recursos materiales ante desastres naturales, colaborar con docentes de otros países y, en general, obras en cuyo impacto predominaba lo social y añadiría lo educativo y a la vez humanitario.
Algunas de ellas de carácter formal, al ser realizadas dentro de una entidad constituida; otras de naturaleza informal, donde se ejecuta la acción sin asociación o fundación. De una u otra manera, predomina la conciencia de que estás beneficiando a personas más necesitadas. que ni conoces o no llegarás a conocer, inclusive te quitas lo tuyo, por lo que una u otra división (formal e informal) desaparece.
Labor que se ha de cumplir con tres condiciones fundamentales:
• Desinteresado: no se persigue algún tipo de beneficio ni gratificación por la orientación o ayuda que se brinda.
• Intencionado: se persigue un objetivo positivo (buscar un cambio para mejorar la situación de otros), y legítimo (el voluntario goza de capacidad suficiente para ayudar, y de cierto consentimiento por parte de la contraparte, que permite brindar la ayuda).
• Justificado: se responde a una necesidad real del beneficiario de la misma. No es un pasatiempo ni un entretenimiento sin más, sino que persigue la satisfacción de una necesidad previamente definida como tal.
Hay un factor clave en la definición de voluntario, “dedica una parte de su tiempo a la acción altruista…”, comportamiento que se vincula a la empatía (donde sientes y compartes lo mismo que al beneficiado, entiéndase contagio emocional) y a la compasión, (donde evidencias el deseo de ayudar a los demás, una vez comprendidos los sentimientos ajenos).
Un factor a tener en cuenta dentro del voluntariado es la edad. Es lógico que cuando eras joven y tu labor era mucho más productiva (¿cargar sacos de cementos, abrir surcos en terrenos pedregosos?, ¿dar clases a 7 grupos en diferentes asignaturas?), no será lo mismo cuando ya cuentas con algunos años encima. Esto es válido para algunas profesiones, pero en educación diría que no importa la edad.
Una de las profesiones más longevas, donde puedes acumular 50, 60 años de experiencia, es la docencia, pues lo acumulado –siendo sistemático en superación continua, profesionalización, etc.–, reviste gran importancia, no solo para las propias instituciones, sino para el propio estudiante, que tiene delante de sí el privilegio de conocer a una eminencia en la disciplina que recibe. Y eso no se da todos los días; lastimosamente, hay estudiantes que lo desaprovechan.
Si bien hay instituciones que utilizan la estrategia de ubicarlos para el desarrollo de conferencias magistrales, sobre temas en particular o capacitaciones para el profesorado, hay otras que suelen “desecharlo”, amparándose en ¿la edad?
Solo pienso que limitar a esas personas –en el rol de voluntario-, niega la posibilidad de que las mismas puedan sentirse bien, ya que, al no poder ayudar a otros, los limita intrínsecamente en favorecer la tan ansiada felicidad de transmitir valores y conocimientos a los beneficiados.
Por lo visto, el planeta Tierra para algunas cosas, sigue estando mal repartido.
El autor es Licenciado en Ciencias Pedagógicas.