Manfredo Kempff Suárez
Se ha levantado la bandera de la partida electoral en Bolivia y lo primero que ha salido a luz han sido las infaltables encuestas. Tenemos, por delante, un año preñado de esos dudosos y mágicos datos estadísticos que tanto alegran a algunos candidatos (los que las pagan) y tanto amargan a otros (los yescas). Aunque unos y otros, los “paganini” y los pobretones, saben que en esos números hay más mentiras que verdades.
¿Cuál es la importancia de las encuestas, entonces? ¿Si quien las paga sabe que son mentirosas? La importancia está en que las encuestas políticas no son destinadas al candidato o al partido que las financia, sino al impacto que producen en la opinión pública. Un postulante que puede posesionarse bien con base en datos truchos, atrae al votante, porque es bien sabido que el electorado se inclina, casi siempre, por el ganador. Así que, finalmente, las encuestas suelen ser útiles electoralmente a un candidato, aunque perjudiciales porque distraen y desvían la sana intención inicial del sufragante.
Hace unos días apareció una encuesta donde el precandidato Manfred Reyes Villa encabezaba la preferencia electoral con ventaja sobre el segundo. El “capitán” apareció ufano en boca de todo el mundo, pero se especuló sobre algunas alianzas que tendría con el oficialismo, que él las niega. Ahora, en otra encuesta, el propio Reyes Villa aparece con 8 puntos por debajo del misterioso y porfiado asiático Chi Hyun Chung. Realmente causa risa o estupor. Asemeja a un juego maligno. Y Tuto Quiroga es quien encabeza la preferencia electoral con un 27.5%, seguido de Rodrigo Paz Pereira con el 22.1%. Otra sorpresa para el público, aunque alegra y anima a los que deseamos la unidad de la “derecha”. Doria Medina y Camacho están alrededor del poco creíble 5%, pero Carlos Mesa solo llega al 0.2%. ¿Es posible semejante desproporción? La intención es clara; con la encuesta se quiere hacer desaparecer del escenario a Mesa y Reyes Villa, y alejar a Doria Media y a Camacho, aunque sabemos que unos datos estadísticos preliminares y descabellados no van a producir ese efecto.
Las encuestas imparciales no pagadas por una tienda política, suelen señalar qué candidato encabeza la preferencia de la elección, pero solo eso. En algunas circunstancias existen datos estadísticos rotundos, que se juegan su prestigio, pero que fallan estrepitosamente. Hasta en EEUU, donde se supone mayor seriedad en la consulta, la victoria de Trump sobre Harris pasó huracanada por encima de los encuestadores.
Y sin ir muy lejos, en las últimas elecciones presidenciales en Bolivia, se sabía por las encuestas que Luis Arce Catacora le ganaría a Carlos Mesa, pero gran parte de la población esperaba el balotaje, la segunda vuelta. No obstante Arce nos dejó fríos a todo el país, hasta a sus propios partidarios, porque no solo superó el 40% de los votos, que es el número encantado en estas luchas, sino que superó el 55%. ¿Qué sucedió? ¿Cómo una equivocación tan monumental? La gente lo aceptó y los “arcistas” siguen restregando en la cara de sus adversarios ese 55%. Conociendo las malas artes y los chanchullos del MAS, yo creo que hubo fraude. Un fraude con la misma fórmula a que nos tiene acostumbrados Evo Morales. Pero en esta última encuesta que comentamos, Arce aparece con el 2.2% de la preferencia. ¿Es posible todo esto? ¿No es una burla a la sociedad? Por pésimo gobierno que esté realizando Arce, ¿caer del supuesto 55% al 2%? ¿Ni sus ministros votarían por él?
Esta encuesta está estúpidamente digitada. Por eso mismo hay que tomarla así. Los datos estadísticos serán más creíbles cuando se lancen las candidaturas oficiales y se pacten las alianzas electorales, antes no. Entre tanto, los sondeos de opinión serán para distracción y especulación de la gente y para sabrosos o furiosos comentarios de café.