Eric L. Cárdenas del Castillo
El caudillismo es, sin duda, uno de los males del presidencialismo boliviano, a través de su historia, pues casi todos los que ejercieron la presidencia, devinieron en caudillos, es decir que ejercieron el poder, como un capataz, que gobierna y vigila a quienes están bajo su mando. En política el caudillismo ha tomado un sentido equivalente al “caciquismo”, considerado como la forma de gobierno en la que un solo individuo impone su voluntad en su partido o en el gobierno de un país u otra organización. El tratadista argentino Sánchez Viamonte, sostiene que se denomina caudillo, a cierto tipo primitivo de dirigente político (…) que impone su voluntad a correligionarios incondicionales a los que favorece y halaga demagógicamente, a cambio de sumisión.
El caudillaje o caciquismo se da en las sociedades, como la nuestra, en la que se hace un culto al poder y a quién lo ejerce, de tal manera que así éste sea un individuo muy limitado en conocimientos y valores éticos, le construyen un trono y lo convierten en un semidios, que resulta luego en el principio y fin de todo en una sociedad, y quienes le echan incienso, por supuesto, son los beneficiarios de las dádivas que reparte el caudillo.
En nuestro país, el expresidente Evo Morales, ha ejercido el poder político del Estado durante casi catorce años continuos y pretendió en 2019 quedarse en el poder por otro periodo de gobierno, pese a que la ciudadanía le dijo ¡NO! en el referendo de 21 F de 2016. Él mismo había dicho que aceptaría el resultado y se retiraría a su “chaco con una quinceañera”. Antes, en 2009 dijo: “esta será mi última postulación”, lo mismo que en 2014 y en 2019.
Ciertamente, la reflexión del destacado filósofo del derecho Sánchez Viamonte, se ajusta a cabalidad a la forma en la que ejerció el poder Morales, que repartió el aparato del Estado a sus seguidores, ubicados en los denominados “movimientos sociales”, imprimiendo en todo acto de gobierno y en las políticas públicas su “autoritarismo”. De tal manera que su voluntad se convertía en dogma de fe, que sus seguidores y partidarios, comenzando por el que fue vicepresidente, cumplían y hacían cumplir para que el “sol no se apague”.
Se impuso también la fórmula de “prohibido pensar”, dirigida a sus conmilitantes y, por supuesto, a los demás ciudadanos, para que nadie se atreva a disentir sobre cualquier asunto político. La oposición fue perseguida y sus dirigentes tuvieron que buscar asilo en el exterior. La mayoría de los ciudadanos guardó temeroso silencio. Fuimos muy pocos los que comentamos sobre los excesos del poder, gracias a este medio independiente, EL DIARIO, que fue asediado por funcionarios de Impuestos nacionales.
Cuando un gobernante tiene demasiado poder político, debido a que los límites al ejercicio de ese poder, que está en las leyes, no se cumplen, se producen excesos de poder que afectan a la vida democrática de la sociedad y se establece una suerte de régimen autoritario, pues sabemos que el que tiene poder tiende a hacer “uso y abuso del mismo”. Seguramente el paso de Evo Morales por la presidencia, es motivo de polémica entre los que todavía le siguen y sus críticos, no solo por sus políticas públicas, sino por su conducta en su vida personal, que ahora está en investigación en el Ministerio Público. El expresidente se considera una persona que está por encima de las leyes, es decir intocable, como señalan algunos de sus seguidores, pues quiere ser candidato, por sobre lo que disponen las normas y los fallos judiciales, y se niega a ser investigado por presuntos actos ilegales.
Sobre esta persona se ha escrito numerosos libros, unos que hacen apología de su persona, en especial escritos por algunos argentinos en los tiempos de su presidencia, y otros por críticos no solo a sus políticas, sino también a su vida personal y sus limitaciones. Lo cierto es que el ciclo de Morales y del populismo como forma de gobierno, que se implementó desde hace casi dos décadas, está agotado en todos sus componentes. Fruto de ese agotamiento es la actual crisis económica, social y política de este tiempo.
Para hacer cumplir su desmedida ambición de poder, Morales ha instruido el bloqueo de carreteras fundamentales, que luego de más de 20 días han ocasionado una pérdida de más de mil millones de dólares, y algunos muertos y heridos. Lo más lamentable es que algunas personas, defienden a “raja tabla” al ex presidente, a quienes hay que recordarles el pensamiento de Thomas Mann: “la tolerancia es un crimen cuando lo que se tolera es la maldad”.
El autor es Abogado, Politólogo, escritor y docente universitario.