Miguel Ángel Amonzabel Gonzales
Este mes se conmemoran 214 años del grito libertario de Potosí, un departamento crucial para el Estado boliviano, pero históricamente relegado en su desarrollo. Pese a su aporte de riqueza, tanto para Bolivia como para privados nacionales y extranjeros, la mayoría de estas ganancias no se reinvierten en la región, limitando su desarrollo sostenible y diversificado. La historia de Potosí está llena de contrastes: por un lado, una región de extraordinaria riqueza minera y, por otro, una economía que aún no logra aprovechar todo su potencial para el beneficio de sus habitantes.
Reflexionar sobre el impacto histórico del Cerro Rico y la minería en Potosí permite imaginar un escenario alternativo: ¿cómo habría sido el desarrollo económico mundial sin el mineral del Cerro? La riqueza de estas minas transformó no solo a España y Europa, sino también las dinámicas comerciales y dejó una profunda marca en las comunidades indígenas. La plata extraída del Cerro Rico permitió a la corona española financiar sus guerras y expandir su imperio, generando un impacto que se extendió más allá de las fronteras europeas.
En los siglos XVI y XVII, la plata de Potosí financió al imperio español, elevándolo al estatus de potencia mundial. Sin este flujo de riqueza, es probable que España no hubiera tenido los recursos para mantener un ejército fuerte ni influencia política en Europa, alterando así el equilibrio de poder en el continente. Además, el capital que las potencias europeas acumularon mediante el comercio colonial y la explotación de recursos naturales fue vital para la Revolución Industrial en el Siglo XVIII. El auge del capitalismo mercantil se vio directamente favorecido por la riqueza proveniente de las minas bolivianas, especialmente de Potosí.
La plata de Potosí no solo sustentó a España, sino que fue crucial para el surgimiento del capitalismo mercantil en Europa y Asia. Gran parte de esta plata fue destinada a transacciones con China, donde la economía se basaba en este metal, promoviendo el comercio entre continentes y sentando las bases de una economía global moderna. Este flujo monetario facilitó una red de comercio mundial sin precedentes, fortaleciendo la economía asiática y el auge del comercio transoceánico.
Sin el mineral potosino, el financiamiento de innovaciones tecnológicas y la expansión industrial habrían sido menos robustos. Esto podría haber ralentizado la industrialización y generado un desarrollo económico desigual. Para Bolivia, sin la minería de Potosí, su historia habría tomado un rumbo profundamente distinto. Sin embargo, este desarrollo tuvo su costo: la explotación de las minas estuvo acompañada de una brutal explotación de los pueblos indígenas, un sacrificio humano que marcó la historia de la región y que dejó una huella difícil de borrar.
La colonización española centrada en la extracción de minerales hizo de Potosí un pilar del modelo económico extractivista en el Alto Perú. Dado el aislamiento geográfico de Bolivia, de no haber contado con la riqueza minera de Potosí, es posible que el territorio hubiera permanecido poco desarrollado y con infraestructura limitada para un crecimiento económico sostenido. La falta de un desarrollo integral del país también se debe a que gran parte de la riqueza generada por las minas fue saqueada por los colonizadores y las élites locales, sin que se realizara una verdadera inversión en la infraestructura del país.
Además, la minería atrajo a personas de diferentes partes del imperio español hacia Potosí, dotando a la región de una mayor diversidad social. Sin la minería, es probable que la sociedad potosina hubiera sido menos heterogénea y homogénea en su estructura social. En resumen, sin el Cerro Rico, Bolivia no habría alcanzado la configuración territorial y social que conocemos hoy. El flujo de personas, culturas e ideas que trajo la minería ayudó a dar forma a una sociedad mestiza y diversa, aunque también dejó una profunda marca de desigualdad y explotación.
El costo humano de la minería en Potosí fue incalculable. Cientos de miles de indígenas trabajaron en condiciones inhumanas, sufriendo enfermedades, desnutrición y agotamiento. La explotación de Potosí dejó un legado de relaciones laborales abusivas, que aún se refleja en muchas industrias extractivas del país. Si bien las condiciones laborales han mejorado, el modelo económico continúa reproduciendo desigualdades estructurales.
Bolivia, de no haber tenido su economía dominada por la minería, podría haber desarrollado una economía agrícola, similar a Paraguay. Si bien hoy Santa Cruz es un motor económico gracias a su dinamismo empresarial, es crucial recordar que el Estado boliviano financió importantes obras de infraestructura en esa región, desde los años 40 hasta los 80, utilizando recursos provenientes de la minería del occidente. Sin embargo, el modelo extractivo sigue siendo dominante, y la dependencia de recursos naturales continúa siendo un desafío para un crecimiento equilibrado y sostenible.
El departamento de Potosí y su historia minera demuestran cómo los recursos naturales pueden transformar economías y sociedades. Sin embargo, también son un recordatorio de los altos costos humanos y sociales que puede acarrear su explotación. La historia de Potosí nos enseña que el desarrollo económico no es sostenible si se basa exclusivamente en la explotación y el sufrimiento humano. Es necesario que las políticas actuales busquen distribuir equitativamente los beneficios de los recursos naturales, contribuyendo al bienestar de toda la población boliviana.
El autor es Investigador y analista socioeconómico.