Ignacio Vera de Rada
El actual escenario social, político y económico del mundo es el resultado de una larga historia de guerras y conquistas violentas, ya que no hubo conquista en la que el conquistador dijo: “¿Me dejas conquistarte y tomar para mí lo que te pertenece?” o algo similar. Me atrevería a decir, pese a que esto suene pesimista, que la historia de los seres humanos está hecha mucho más de episodios sangrientos que de capítulos de generosidad. Por otra parte, la historia que conocemos, la que está registrada en soportes escritos y puede ser evidenciada, es solo una reducidísima parte de una dilatada crónica no escrita que se remonta a la aparición de los homínidos que se pararon en dos piernas, comenzaron a comunicarse y empezaron a conquistar los territorios vírgenes de este ahora interconectado y degradado mundo.
No hay razones para pensar que antes los seres humanos fueran mejores (menos violentos o más generosos) que ahora. Si antes no se podía matar a decenas de miles de personas en segundos, era porque no había misiles ni bombas atómicas, sino solo espadas y flechas, y más antes, solo piedras como proyectiles y arañazos en vez de bayonetas. Por otro lado, lo más seguro es que el ser humano siempre se haya sentido mejor que el otro y que haya considerado a su tribu superior a la vecina. Esto no tuvo que haber pasado solo en Europa Occidental, sino también en las culturas asiáticas, africanas y en las del llamado Abya Yala. Hay, por ejemplo, numerosos testimonios de las cruentas guerras internas en que vivían sumidos los imperios prehispánicos, lo cual da cuenta, primero, del estado de descontento en que vivían muchas sociedades precolombinas sometidas al yugo imperial y, segundo, de la naturaleza violenta e irrazonable con que se intentaba zanjar controversias políticas de todo tipo.
De todas maneras, y guste o no, el resultado de aquel proceso de decenas de miles de años es el mundo que hoy tenemos, con culturas que son fruto de incesantes mezclas y con algo menos de intolerancia (aunque me permito poner esto último en duda). Consecuentemente, creo que de lo que se trata es de comprender el pasado para obrar en el presente y en el futuro, y no de interpelarlo (o interpretarlo a gusto y sabor de las masas o los políticos) para pedirle que rinda cuentas. La historia no debe (porque no puede) rendir cuentas a nadie. No obstante, no todos piensan así. Generalmente los políticos de izquierdas populistas cargan sobre sí mismos y sobre las masas que los secundan un resentimiento que los lleva a pensar que la historia debe (y que, además, puede) pagar aquellos agravios perpetrados ayer por los más arrogantes y poderosos en contra de los más débiles y pobres. Pensar de esa peculiar —aunque muy popular— manera está ligado a los sentimientos, a lo emocional y, por ende, a posturas irracionalistas, hoy en boga, entre otros factores, por las teorías de la descolonización y el culturalismo (muy apreciadas en decenas de universidades europeas y de Estados Unidos), las cuales intentan relativizar las acciones de los seres humanos y blindar a las culturas “débiles” y abusadas de la odiosa crítica racionalista de Occidente.
Hace unos días, la presidenta de México, Claudia Sheinbaum, dijo que España debe ofrecer disculpas por la violenta conquista de hace cinco siglos, pero luego algunos izquierdistas admitieron que los españoles de hoy nada tienen que ver con aquella dolorosa usurpación. Entonces, cabe preguntarse: si ningún español vivo tiene responsabilidad por los abusos cometidos contra los habitantes de lo que hoy es México, ¿quién debería ofrecer las solicitadas disculpas? Además, ¿a quién (toda vez que es claro que ningún mexicano hoy vivo ha sido ultrajado por el Imperio español)? Habría que invocar a los muertos para que, por ejemplo, el alma de Cortés se congregue con la de Marina, con el objeto de que se pueda dar tal acto de desagravios exigido por el gobierno mexicano. Así, estimado lector, puede demostrarse la irracionalidad de este tipo de políticos, a los que las masas suelen creer sin ápice de crítica.
En concreto, Sheinbaum mencionó las disculpas públicas de Japón por los abusos cometidos en Corea y China y las de Alemania a Israel, por el holocausto judío. Sin embargo, esos episodios históricos tienen otros matices, como otros matices tienen, por ejemplo, los abusos de la Iglesia católica, por los que ésta también se disculpó. En todo caso, esos actos generan en los ingenuos la sensación de que ahora sí todo marchará bien… Yo no creo que Sheinbaum sea ignorante, como en cambio sí lo son Maduro y Morales. Pero sí es populista, como aquellos dos. Esta es la razón por la que no puede leer la historia y el presente racionalmente para gobernar en consecuencia. América Latina en general siempre se ha visto limitada en la lectura racionalista de su pasado, lo cual repercute negativamente en la construcción de su porvenir.
Ignacio Vera de Rada es politólogo y comunicador social.