Javier L贸pez Soria
Han sido publicados pocos informes sobre los excesos brutales durante la fiebre del caucho, de 1890 a 1920. El mejor documentado y el que origin贸 un clamor p煤blico fue el informe de las selvas del Putumayo al norte de Iquitos. Otro informe se origin贸 a partir de los diarios del propio mayor Fawcett, quien se encontraba en Bolivia en ese momento. La participaci贸n brit谩nica exig铆a que la investigaci贸n fuera de esa nacionalidad, y los argumentos sobre qui茅n era responsable por las condiciones iban pasando de oficina en oficina.
Y las cartas de Lizzie, no conocidas en ese momento, habr铆an apoyado muchos de los reclamos hechos por Fawcett. Como descubrieron las autoridades, el Beni se volvi贸 tan cerrado como el Putumayo. Dar azotes era la forma aceptada de empezar el d铆a y de tratar a los ind铆genas en el Putumayo. Lizzie hab铆a escrito desde Orthon: 鈥渓es damos 100 latigazos; es el 煤nico remedio, no temen otra cosa鈥. Tal vez, despu茅s de tantas aventuras en que hab铆a estado cerca de la muerte, ella sinti贸 que estos atroces interludios amaz贸nicos eran como cruzar la calle. Y que, para los lugare帽os, los ind铆genas eran 鈥渁nimales y no personas鈥.
Pero los azotes eran s贸lo el comienzo, y en su trasfondo la fiebre del caucho hab铆a producido una org铆a de terror diferente de todo lo que se hab铆a presenciado en Sudam茅rica desde la llegada de los conquistadores. No pod铆a durar. Finalmente, la frialdad y la brutalidad de la industria amaz贸nica del caucho quedaron expuestas. La revista londinense Truth marc贸 el camino con sus ediciones de septiembre y octubre de 1909, que publicaban informes de primera mano del Putumayo y los asuntos de la Peruvian Amazon Co. Ltd.
La historia vino de un ingeniero ferroviario estadounidense de 23 a帽os, Walter Ernest Hardenburg: 鈥淟os azotan inhumanamente hasta dejar expuestos sus huesos, no les brindan ning煤n tratamiento m茅dico, sino que los dejan apenas vivos, comidos por gusanos hasta que mueren鈥 Por estos lugares existe un gran negocio de esclavos, Una muchacha fuerte y saludable cuesta 50 libras. Para una ni帽a de 10 o 12 a帽os, se tendr谩 que pagar 10 libras, los muchachos cuestan m谩s. Uno tiene que comprar sus sirvientes. Ellos son raptados de ni帽os, criados y cuando crecen m谩s o menos a los 14 son vendidos por grandes sumas de dinero de tu propiedad y los haces trabajar tan fuerte como uno quiera. Si no trabajan bien o cuando las compras pasan a ser c贸mo quieres. son salvajemente golpeados. Es normal que queden semimuertos despu茅s del este castigo y reciben un castigo m谩s severo si intentan escapar.
En Rurrenabaque volvimos a palpar la esclavitud, bajo una forma original, la del cr茅dito, comprendiendo a mujeres y peones, a quienes los barraqueros les dan cuanto piden en mercader铆as y con precios incre铆bles, disponiendo de esa manera de su vida y de su persona a su antojo, no pudiendo ellos fugarse, porque se les persigue y cuando son hallados, los gastos ocasionados por la persecuci贸n redoblan la cuenta, adem谩s de ser horriblemente flagelados鈥︹.