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La unidad en la política

El Diario
Publicado Viernes, 10 de Enero de 2025.
La unidad en la política
Marcelo Chinche Calizaya

Marcelo Chinche Calizaya

Probablemente, la frase más invocada por la casta política en este último tiempo fue la convocatoria a la “unidad” de sectores de oposición para enfrentar la hegemonía partidaria de un Movimiento al Socialismo (MAS) que empieza a resquebrajarse, como producto de las pugnas internas por imponer una candidatura capaz de garantizar su continuismo iniciado en enero de 2006, a la cabeza de Evo Morales. Tras catorce años de gobiernos sucesivos, el 10 de noviembre de 2019, Morales presentó su renuncia por las movilizaciones sociales a raíz de los indicios de fraude ocurrido en las elecciones del 20 de octubre de ese año. Posteriormente, en noviembre de 2020, el MAS retornaría al gobierno con la victoria de Luis Arce Catacora.
Un prístino sentido de razonamiento, respecto a la unidad en la política, exige contemplar algunas consideraciones y alcances de referencia.
En primer lugar, la unidad en la política es antes que nada una unidad electoral; pues existe la necesidad imperiosa de enfrentar al circunstancial oponente, al cual no es posible derrotar sino a través de la alianza con otras fuerzas; dejando de lado –aún sea por breve plazo–, las diferencias ideológicas hasta la consecución del objetivo. Dicho razonamiento, es coherente con la esencia de la política que indica la existencia de momentos coyunturales para la unidad, pero a la vez también vislumbra escenarios inminentes de separación y distancia.
En segundo lugar, la unidad se basa en la posibilidad del diálogo sincero, la coincidencia y el antagonismo; además de la conjunción de acuerdos programáticos que avizoren una nueva visión de país. Tal aspiración, permite concebirla como un inquebrantable ejercicio de discernimiento y generosidad, donde los esfuerzos de unos no lleguen a ser demonizados por los otros que se suponen del mismo bando; pues de ser así, el resultado inevitable será la fragmentación.
En tercer lugar, la unidad debe ser resultado de la “construcción de confianza” entre los distintos actores que la impulsan. Precisamente, la ausencia de certidumbre suele hacer aflorar las mezquindades y egoísmos personales de algunos líderes obtusos e imprudentes en el momento de controlar sus ansiedades de poder y agendas traspapeladas e irrealizables, producto de narrativas y sobrevaloraciones descomunales, construidas por un entorno cercano miope que se esfuerza por avivar un imaginario mesiánico, reverencial, caudillista de imprescindible e insustituible.
La gravedad de esta patología que da vigencia y sentido a ese caudillismo tradicional, ha sido tan perjudicial en un doble sentido: por un lado, dio lugar al estancamiento en el interior del partido o agrupación política y, por otro, la imposibilidad de la renovación natural y la emergencia de nuevos actores con ideas y propuestas eventualmente un tanto más avanzadas, creativas e innovadoras para afrontar los desafíos de una democracia moderna.
En cuarto lugar, la unidad debe ser la consecuencia del razonamiento sensato, la grandeza y generosidad de estar dispuesto a ceder y renunciar por el bien mayor. Más aún si tomamos en cuenta que la unidad en la política no es y nunca será automática. De hecho, la vigencia de la democracia conlleva acumular mayor poder político frente a un adversario común; lo cual se traduce en un ejercicio matemático, pues el objetivo de cualquier disputa es y siempre será alcanzar la mayoría; o lo que es lo mismo, sumar mayores adeptos y restar sustancialmente fuerzas al contendiente.
A modo de cierre, señalar que la unidad en la política sólo es posible entre quienes realmente están dispuestos a buscar una mayoría para afrontar una disputa electoral, dado que es ahí donde adquiere sentido la creación de condiciones donde diversas facciones acuerdan y comprometen asumir un lineamiento funcional de carácter estrictamente político. Por otro lado, también exige la oportuna exclusión y tomar distancia de aquellos liderazgos que no muestran disposición y menos tienen vocación de mayoría para conformar un bloque unitario.

El autor es Ph.D., docente e investigador.



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