Raúl Ruiz Roca
El problema del fentanilo, el narcotráfico y las redes criminales se ha convertido en una grave amenaza no solo en Estados Unidos, sino también en varios países de América Latina, y uno de los puntos en común es la falta de acción efectiva en las fronteras. Marco Rubio, el nuevo Secretario de Estado de los EEUU, ha sido claro en señalar que las fronteras abiertas permiten que dictadores y narcotraficantes aprovechen la situación para expandir su influencia y traer caos. Esta problemática no es exclusiva de los Estados Unidos, sino refleja una situación que también afecta a Bolivia, donde la falta de control fronterizo está permitiendo que organizaciones criminales transiten libremente.
Bolivia, se ha convertido en un punto de tránsito para el narcotráfico, el tráfico y la trata de personas, elementos que forman parte de un entramado de ilegalidad que tiene ramificaciones internacionales. Al igual que lo que ocurre en EEUU, las fronteras de Bolivia siguen siendo permeables a estas redes criminales, lo que aumenta la vulnerabilidad de la región a estos delitos. La similitud con la situación estadounidense es palpable: Ambos países enfrentan un escenario donde los gobiernos no han tomado medidas contundentes para detener el ingreso de sustancias como el fentanilo, ni han logrado controlar el paso de grupos delictivos a través de sus territorios.
A pesar de los esfuerzos que hace Bolivia para combatir el narcotráfico a nivel nacional, sigue siendo un país de tránsito para los cargamentos de droga, que terminan llegando a mercados como el estadounidense, unos de los más grandes consumidores del mundo. Esta situación es aprovechada por los grupos criminales que, al igual que en los Estados Unidos, se benefician de la inestabilidad que genera el tráfico ilegal de sustancias, incluyendo el fentanilo y también el de personas.
Como señaló Marco Rubio, los dictadores como los que lideran Venezuela, no solo apoyan a estos grupos, sino que también actúan como facilitadores de este flujo de criminalidad, utilizando las fronteras abiertas para promover sus propios intereses.
Esta falta de control efectivo en las fronteras no solo afecta a los EEUU, sino que tiene repercusiones directas también en Bolivia, donde el narcotráfico y las redes de trata de personas se alimentan de este vacío.
La acción decidida de los gobiernos para frenar estas dinámicas sigue siendo insuficiente. Los dictadores y los grupos criminales aprovechan la debilidad en las políticas de seguridad y fronteras para expandir sus redes de operaciones y aumentar su influencia en la región. Mientras tanto, los ciudadanos comunes sufren las consecuencias de un sistema que parece no estar preparado para enfrentar estos desafíos de la globalidad.
Es necesario entender que la lucha contra el narcotráfico y la criminalidad no se puede ganar solo desde la seguridad interna de cada país. Debe haber un esfuerzo conjunto y coordinado entre los gobiernos de la región para controlar sus fronteras, desmantelar las redes de narcotráfico y garantizar la seguridad de sus ciudadanos. De no hacerlo, seguirán siendo vulnerables al daño que ocasiona la entrada de sustancias letales, como el fentanilo y el fortalecimiento de redes criminales que desestabilizán las sociedades.
Así, como Marco Rubio advierte sobre la amenaza de las fronteras abiertas en Estados Unidos, también es necesario que Bolivia y otros países latinoamericanos tomen conciencia de la magnitud del problema y actúen en consecuencia, de manera coordinada para detener el ingreso de estos males y evitar que sus territorios sigan siendo utilizados por actores que solo buscan sembrar caos.
¡La unión es la fuerza!
El autor es Abogado en Seguridad, Defensa y Desarrollo de Altos Estudios Nacionales.