La Paz.- “Estoy en la cárcel desde hace dos años por robo agravado. Tengo dos hijos de 4 y 6 años. Al principio, mi pareja venía a visitarme con ellos; pero a los dos meses de que me encerraron, dejó de hacerlo. Cuando le pregunté a mi abogado, me dijo que estaba saliendo con otra mujer. Entonces, pedí que me trajeran a mis niños para que no sean un estorbo para nadie. Desde ese día, el maldito no dio la cara”, cuenta María (nombre convencional), una reclusa del Centro de Orientación Femenina de Obrajes, que compartió su historia, una de las tantas que quedó marcada por el abandono”.
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