Debido a la trayectoria declinante de la producción gasífera y, simultáneamente, a la mayor demanda de gasolina y diésel, la importación será mayor a la exportación, lo que supone que la presión sobre los recursos del Tesoro General de la Nación (TGN) irá en aumento.
En apenas siete años, Bolivia pasó de ser exportador neto de hidrocarburos a convertirse en importador neto, lo cual supone un riesgo para su seguridad energética. En efecto, la creciente dependencia de la gasolina y el diésel importados expone al país a sufrir eventos de escasez de combustibles y eventualmente de falta de gas natural.
Tan crítico es el panorama del sector que muy probablemente, para el año 2025, los ingresos de la exportación de gas no sean ya suficientes para cubrir el monto de subsidio a la importación de combustibles. De darse esta situación aumentará la presión sobre el TGN, justamente cuando el gobierno tiene un déficit fiscal por encima del 7% del PIB por ocho años consecutivos, señala el documento de Milenio.
Considérese que la producción de gas natural se redujo 35% desde el año 2015, lo que explica las dificultades de nuestro país para cumplir con sus compromisos de exportación. Y no es lo único, ya que, por otro lado, nuestros dos únicos mercados externos se contraen. Esto ocurre porque tanto Argentina como Brasil vienen incrementando su producción de gas, de manera que requieren cada vez menos comprar el gas boliviano, asegura la Fundación.
Entretanto, con el crecimiento del consumo interno de gas, a un ritmo promedio anual de 3%, Bolivia muy probablemente necesitará importar gas en un futuro no lejano. Es la tormenta perfecta que sobreviene, y sin que haya posibilidades reales de revertir esta delicada situación en el corto plazo.
A pesar de ese panorama, el gobierno anunció que implementa una serie de acciones para reducir la importación de combustibles, como la planta de biodiésel, la compra de crudo mejorar la logística de importación, entre otros.