Los bolivianos entran al monte, cazan a los jaguares y les sacan los colmillos, piel y garras; entregan el producto a acopiadores de nacionalidad china para su envío hasta el país asiático. Allí se engarzan en delicadas piezas de plata, donde son vendidos en 2.000 o más dólares, 10 veces más que en Bolivia.
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