Los gastos son superiores a los ingresos, y no se observa a corto plazo de nuevos recursos al erario nacional, debido a que la era del gas terminó.
Las estimaciones de los analistas económicos casi se cumplieron. De acuerdo a datos oficiales, el déficit fiscal llegó a 10,9% en 2023. El ministro de Economía y Finanzas Públicas, Marcelo Montenegro, en una conferencia pasada indicó que sería menos de 11%, mientras las proyecciones de profesionales estimaban en 12%. En cifras casi llega a 5.000 millones de dólares del Producto Interno Bruto (PIB).
Van 11 años con déficit fiscal, y para el próximo si se incluye nuevamente, sumarán 12 años. Economistas señalan, por separado, que los gastos van en ascenso, mientras que los ingresos disminuyen.
Para el economista Darío Monasterio el problema es estructural, se va profundizando, y no hay indicios de una solución sino a una profundización del mismo, lo que muestra es la insostenibilidad del modelo.
Uno de los problemas que tiene que enfrentar es la subvención a los combustibles, pero también por el déficit de las empresas públicas, con supernumerarios de empleados de un Estado ineficiente, reflexionó.
Dijo que los ingresos no van en aumento, los impuestos no son suficientes y no hay resultado por el nuevo tributo implementado, como el impuesto a las grandes fortunas, que no tuvieron efecto en la recaudación.
Para el próximo año, la situación podría empeorar, debido a que se ingresará en una etapa electoral y no se asumiría medidas de ajuste.
Mientras el presidente del Colegio Departamental de Economistas de Tarija, Fernando Romero, señala que el déficit registrado en la pasada gestión es uno de los más altos de los últimos años, a pesar del crecimiento del PIB nominal, que bordea los 45.000 millones de dólares.
A pesar del alto nivel de gasto, el crecimiento no aumentó y para la presente gestión, las proyecciones de organismos internacionales fijan menores a 2%.
La crisis estructural no se resolverá con medidas de mediano y largo plazo, acordadas entre Gobierno y sector privado, indicó Romero.
“Atacan el síntoma pero no al virus”, alerta a tiempo de indicar que el déficit es riesgo para la economía nacional, debido a que no son economías grandes como Estados Unidos o Japón, por ejemplo.
Para Monasterio, Bolivia ingresó a una segunda ola de desaceleración económica, la primera fue de 2015 a 2019, y ahora de 2022 a 2024, anticipándose que el crecimiento no superará lo estimado por los organismo internacionales.