El comercio mundial enfrenta desafíos, como la provisión de insumos y materias primas, transporte y alza de los productos básicos, así como de los commodities. Bolivia ingresó en una zona negativa de balanza comercial y enfrenta los altos precios de los combustibles por aumento del valor del petróleo, sumado a la escasez de dólares, la situación económica del país se complica, la crisis se profundiza.
De acuerdo a información del Instituto Nacional de Estadística (INE), a agosto de 2023 Bolivia presenta un déficit comercial de 47 millones de dólares. Según la entidad estatal, el dato está ligado al contexto internacional de desaceleración a nivel global debido a la continuidad de la guerra en Ucrania, las elevadas tasas de interés para reducir la inflación y la incertidumbre por los episodios de estrés en el sistema financiero internacional, además, de las repercusiones de los bloqueos en la frontera con Perú a inicios de gestión y a los conflictos sociales que derivaron en el bloqueo de carreteras a nivel nacional.
El presidente del Colegio de Economistas de Tarija, Fernando Romero, sostiene que el comercio internacional del país sigue deficitario, y de los ocho meses, sólo tres presentaron superávit en la balanza comercial, el resto fue negativo.
Los datos del INE muestran que a comparación con similar período del 2022, se observa una caída en las exportaciones y en las importaciones. La caída de las importaciones no obedece a la política del gobierno de sustitución de importaciones, sino a los problemas que enfrenta la actual administración en el tema de las finanzas estatales y la iliquidez, que da lugar a la insolvencia, reflexionó Romero.
La escasez de dólares preocupa a la industria nacional, pero también al Gobierno porque tiene que cancelar a los proveedores de carburantes y ya enfrenta problemas con una empresa transnacional, como es la Shell, que exige el pago por sus servicios por valor de 30 millones de dólares.
El economista señala que la exportación de gas natural comparado a agosto de 2022 con similar período de la presente gestión, cayó en 31% y por ello sigue la tendencia del déficit comercial: “Exportamos menos e importamos más carburantes”.
El titular de los economistas de Tarija, señala que en agosto se importó menos debido a la escasez de dólares.
Las importaciones a agosto alcanzaron más de 840 millones de dólares. Cada mes se necesita alrededor de 230 millones o 8 millones cada día para comprar insumos, materias primas o productos del extranjero.
Por ejemplo, Romero señala que una menor oferta de diésel al mercado nacional afectará a la economía nacional, pues el transporte no se podrá movilizar con mercadería, la maquinaria no hará su trabajo en el campo y la producción agrícola se reduciría.
“La industria funciona con diésel”, apuntó Romero a tiempo de indicar que la situación es preocupante, porque la falta de este combustible también incidirá negativamente en el Producto Interno Bruto (PIB) y no se podrá superar el crecimiento de 2%, aunque el Gobierno ya realizó un ajuste con una estimación a 3%.
Contexto internacional
El conflicto en Oriente Medio podría generar un “doble impacto” en los mercados mundiales de productos básicos. Hasta el momento, los efectos han sido limitados, pero las turbulencias del mercado energético podrían intensificar la inseguridad alimentaria, advierte una nota del Banco Mundial.
Los conflictos bélicos inciden en el precio del petróleo en el mercado internacional. El barril bordea los 90 dólares y para el próximo año la tendencia apunta a seguir su curso ascendente.
“El reciente conflicto en Oriente Medio se produce inmediatamente después de la mayor conmoción que han sufrido los mercados de productos básicos desde los años setenta: la guerra de Rusia con Ucrania”, señaló el economista en jefe y vicepresidente sénior de Economía del Desarrollo del Banco Mundial, Indermit Gill.
“El aumento sostenido de los precios del petróleo conlleva inevitablemente la subida de los precios de los alimentos”, afirmó el economista en jefe adjunto y director del Grupo de Perspectivas del Banco Mundial, Ayhan Kose.
“Si se materializara una crisis grave de los precios del petróleo, aumentaría la inflación de los precios de los alimentos, que ya es bastante elevada en muchos países en desarrollo. A fines de 2022, más de 700 millones de personas -casi una décima parte de la población mundial- padecían desnutrición. Una escalada del conflicto reciente intensificaría la inseguridad alimentaria no sólo dentro de la región, sino también en todo el mundo”, aseveró Kose.
Si el conflicto se intensifica, los responsables de formular políticas en los países en desarrollo deberán tomar medidas para gestionar un posible aumento de la inflación general. Dado el riesgo de una mayor inseguridad alimentaria, los Gobiernos deben evitar las restricciones comerciales, como las prohibiciones a la exportación de alimentos y fertilizantes, ya que este tipo de medidas suele intensificar la volatilidad de los precios y la inseguridad alimentaria. También deben abstenerse de introducir controles y subsidios de precios en respuesta al aumento de los precios de los alimentos y el petróleo. Una opción más adecuada es mejorar las redes de protección social, diversificar las fuentes de alimentos, aumentar la eficiencia en la producción y el comercio de alimentos. A largo plazo, todos los países pueden reforzar su seguridad energética acelerando la transición hacia fuentes renovables, lo que mitigará los efectos de las crisis del precio del petróleo, señala el informe.