El Fondo Monetario Internacional (FMI), en su último informe, bajó la proyección de crecimiento de 3,2% a 1,8% para la presente gestión, mientras el Banco Mundial también siguió los pasos, ya que redujo la estimación de 3,1 a 2,7%.
Los economistas ya señalaron que Bolivia nuevamente ingresó en un periodo de desaceleración, como antes de la pandemia, debido a la caída de los precios internacionales de las materias primas, en la que se basa el modelo económico del gobierno.
El analista financiero Jaime Dunn ya lo adelantó, así como el economista Gonzalo Chávez, que el modelo económico del gobierno caducó cuando los precios internacionales de las materias primas cayeron.
Ahor ases suma a ese panorama adverso la caída de la producción de gas y la pérdida de los mercados internacionales. Argentina ya dio un paso grande, al explotar Vaca Muerta y la construcción de gasoductos.
El gobierno sigue con la idea de que crecerá 4,8% y que las políticas implementadas ayudan a tener una inflación baja y una estabilidad económica, aunque en los mercados la situación es todo lo contrario todos los productos suben.
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Según el informe -uno de los principales reportes económicos de la institución, que se publica desde sus inicios en 1948- para 2023 se espera un crecimiento del PIB promedio regional de 1,7%. En tanto, para 2024 se proyecta un leve descenso en la tasa de crecimiento que llevaría al Producto Interno Bruto regional a aumentar un 1,5%.
De acuerdo con el organismo regional de las Naciones Unidas, la dinámica de la economía mundial se mantiene en una senda de bajo crecimiento económico y del comercio global. A pesar de las caídas en la tasa de inflación probablemente los países desarrollados seguirán con sus políticas monetarias contractivas, por lo que no cabe esperar una baja significativa en las tasas de interés externas durante este año, y los costos de financiamiento para nuestros países seguirán altos.
La deuda pública de los países de la región, si bien ha bajado, permanece en niveles elevados respecto al PIB, lo que, junto al aumento de las tasas de interés externas e internas y a una caída esperada de los ingresos tributarios producto del menor crecimiento, lleva a un limitado espacio fiscal para el conjunto de la región. Además, se anticipa un menor dinamismo en la creación de empleo, y crecientes demandas sociales.
“El bajo crecimiento de América Latina y el Caribe se puede ver agravado por los efectos negativos de una agudización de los choques climáticos, si no se realizan las inversiones en adaptación y mitigación al cambio climático que requieren los países”, señaló el secretario Ejecutivo de la CEPAL, José Manuel Salazar-Xirinachs.
Para 2023, la CEPAL proyecta que todas las subregiones exhibirán un menor crecimiento respecto de 2022: América del Sur crecería un 1,2% (3,7% en 2022), el grupo conformado por Centroamérica y México un 3,0% (3,4% en 2022), y el Caribe (sin incluir Guyana) un 4,2% (6,3% en 2022).