Ernesto González Valdés
Cuando en el mundo no había dinero como moneda de compra-venta, se utilizaba el llamado trueque, es decir, dar un producto por otro (primero fueron alimentos, como sal, maíz, cacao, pescados y carnes por oro, plata y/o bronce), lo que no era del todo sencillo, sobre todo porque ambas partes debían estar interesadas en las utilidades intercambiadas, llegando a un acuerdo en cuanto al valor que tenían dichos objetos y para que el cambio fuera equitativo.
De ser utilizado el oro, en forma de lingote, la problemática se centraba en el peso del mismo, para asignarle valor, al que se le dio el nombre de “denario romano”, origen de la palabra dinero.
Por supuesto, no daré una clase de numismática, que es “disciplina que estudia las monedas y las medallas, especialmente las antiguas”, sino que me referiré al buen uso del dinero, para compra de la canasta básica, materiales para la escuela (uniforme, cuadernos, lápices, etc.).
Mencionaría el buen uso del mismo, más allá de las brechas sociales, que son muchas. ¿Otros ejemplos de inversión?, en educación, salud, infraestructura (colegios, escuelas, universidades), carreteras, acceso a corriente eléctrica, agua potable, etc.
La antítesis de lo bueno, es no utilizar el dinero en beneficio de todos los integrantes de una sociedad o comunidad, lo cual se resume como un bien común.
El dinero es un instrumento complejo, dependiendo del uso que se le dé, pero sobre todo cuando no se cuenta con el mismo y surgen las necesidades básicas, sea por la carencia de trabajo cuando hay necesidad de alimentar a la familia. Por supuesto, la respuesta no es asociarse a lo ajeno, no.
La respuesta será ideal en la medida en que se tenga acceso a la Educación, como punto de partida para ser preparado para un (dos, tres) trabajo digno, entonces los problemas sociales disminuirán significativamente.
Bombardeados constantemente por hechos violentos que inundan los medios de comunicación, sentimos temor porque algún día “nos toque” esa realidad, más cuando al llegar a la casa se entra en un toque de queda, por el cual son cerradas puertas y ventanas para que no nos suceda algo malo, por lo que aprendemos sin libros y sin cuadernos a vivir con miedo.
No hay duda, muchos son los factores o circunstancias que hacen que las personas cambien, dejando de ser personas de bien, sobresaturándose de antivalores, cuando el dinero suele ser, por lo general, el catalizador, dando cobertura a deshonestidad, avaricia, mentira, consumo desmedido, delito, sin importar quien caiga.
¿Y si la moneda de cambio fuese a través del afecto hacia las personas, a la naturaleza, donde se desea todo lo bueno, es decir AMOR?
Tal vez lo anterior resulte cursi, con alguna dosis de utopía, pero se me ocurre algo: Que para ser padres, estudiantes (sin distinción de edades), docentes, directivos, tomadores de decisiones, se certifiquen en valores como moneda universal. De lograrlo, seríamos mejores cada día.
El autor es Licenciado en Ciencias Pedagógicas.