Marcelo Miranda Loayza
En la historia de la humanidad el poder ha sido un elemento central en las relaciones humanas. Sin embargo, su verdadera naturaleza y las formas en las que se manifiesta son temas de constante debate. La reflexi贸n en torno a la administraci贸n y ostentaci贸n del poder, particularmente desde la perspectiva de la teor铆a hegeliana, nos permite comprender que el poder aut茅ntico solo puede surgir en un contexto de libertad plena.
El poder, cuando es leg铆timo, se manifiesta en una relaci贸n dial茅ctica entre el emisor y el receptor, donde ambos encuentran una extensi贸n de s铆 mismos en las palabras y acciones del otro. Esta relaci贸n no es coercitiva, es una convergencia libre y consciente de voluntades. Hegel nos recuerda que esta unidad entre el emisor y el receptor solo puede lograrse cuando ambos act煤an en libertad, donde el receptor cede parte de su libertad al emisor, pero lo hace de manera voluntaria y no forzada.
El tiempo es un factor crucial en esta relaci贸n, ya que determina la permanencia de la conexi贸n entre ambos actores. A medida que 茅ste transcurre, la relaci贸n se fortalece o se debilita, dependiendo de la autenticidad y libertad con la que se haya construido. En este sentido, el poder verdadero es duradero porque est谩 cimentado en una base de libertad y confianza mutua.
Sin embargo, cuando esta relaci贸n se distorsiona y el emisor recurre a la violencia para mantener su posici贸n, el poder pierde su legitimidad. El uso de la violencia es una se帽al de que el emisor ha perdido su capacidad de seducci贸n y persuasi贸n y, en lugar de inspirar, opta por imponer. En este contexto, el poder deja de ser tal y se convierte en un simple ejercicio de dominaci贸n basado en el miedo.
El miedo, a su vez, es una emoci贸n que, aunque puede ser poderosa en el corto plazo, no es sostenible en el tiempo; cuando el receptor act煤a bajo el miedo, su obediencia no es una muestra de respeto o reconocimiento del poder del emisor, sino una reacci贸n ante la amenaza. Este tipo de 芦poder禄 es intr铆nsecamente fr谩gil, pues depende de la continuidad del miedo. Cuando el receptor supera su temor, el poder del emisor se diluye.
La historia est谩 repleta de ejemplos de l铆deres y dictadores que han intentado perpetuar su poder mediante la violencia y el miedo. Pero, como se帽ala Hegel, el poder basado en la violencia es ef铆mero. Eventualmente, la represi贸n encuentra su l铆mite y la poblaci贸n, cansada de vivir bajo la sombra del miedo, se levanta contra sus opresores.
En este sentido es el propio emisor quien vive con miedo constante a perder la ostentaci贸n del poder. Esta es una paradoja interesante: el mismo l铆der que infunde miedo en otros, vive atrapado por el temor a perder su autoridad. El poder que alguna vez fu e leg铆timo y libremente aceptado se convierte en una carga insoportable, tanto para el que lo ostenta como para aquellos que lo sufren.
Este miedo que consume al dictador lo lleva a extremos irracionales, como ataques de ira, ansiedad y paranoia. No es raro ver a este tipo de l铆deres llorar, escapar o incluso caer en una espiral de autodestrucci贸n. Los reg铆menes del populismo latinoamericano son un claro ejemplo de c贸mo el poder basado en la violencia y el miedo no solo es insostenible, sino que tambi茅n tiene un impacto devastador tanto en la sociedad como en el propio l铆der.
La ca铆da de estos reg铆menes autoritarios es inevitable porque, al no estar basados en el pleno uso de la libertad, est谩n destinados a desaparecer. La relaci贸n entre el emisor y el receptor, una vez rota por la violencia, no puede ser reparada, y el poder, que alguna vez fue un instrumento de unidad, se convierte en una fuerza de divisi贸n y destrucci贸n.
El poder que se ejerce con violencia es, en 煤ltima instancia, una ilusi贸n. Aunque puede parecer fuerte y dominante, es inherentemente d茅bil porque se sustenta en una base inestable: el miedo. Y cuando el miedo se desvanece, el poder tambi茅n lo hace.
Hegel nos ense帽a que el poder verdadero no es una cuesti贸n de dominaci贸n, sino de liderazgo. No se trata de imponer, sino de inspirar. Y cuando el poder se ejerce de esta manera, no solo es duradero, sino tambi茅n transformador.
El autor es te贸logo, escritor y educador.