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Un país festeja mientras otro país agoniza

El Diario
Publicado , 15 de Septiembre de 2024.
Un país festeja  mientras otro país agoniza
Lupe Cajías

Dicen que el presidente Hilarión Daza postergó la difusión de la noticia sobre la invasión chilena a las costas bolivianas para no entorpecer la celebración carnavalera. Otras versiones aseguran que ese dato es un mito tejido por los chilenos y sus oponentes. También aseguran que, aunque hubiese circulado la noticia, igual los bolivianos hubiesen seguido con la fiesta. Lo cierto es que en 1879 la República de Bolivia perdió su cualidad marítima y el riquísimo territorio del Litoral.
Décadas más tarde se quedó sin el Acre y sus tesoros. Poco después el mapa fue mutilado en el sudeste por la derrota nacional en la guerra latinoamericana más cruenta del Siglo XX. Únicamente los presidentes ilustrados defendieron la integridad patria.
En esta centuria, el (No) Estado Plurinacional está a punto de rendirse ante la nueva guerra, quizá la última. Parecería que no se da cuenta de la dimensión que tiene para el futuro de los bolivianos la quema de millones de hectáreas de bosques y de pastizales.
Otra vez más es evidente que existe un país que no se interesa lo suficiente en el impacto de los continuos incendios en las tierras bajas, cada vez más extendidos.
La gente respaldó a los marchistas indígenas que defendían la integridad del Territorio Indígena y Parque Nacional Isiboro Sécure en 2011 porque intuyó que Evo Morales convertía en cenizas el pulmón nacional. El gobierno burló la victoria moral de los defensores del TIPNIS y continuó con sus construcciones, respaldado por su correligionario brasileño Luis Inácio da Silva, Lula, del Partido de los Trabajadores.
Existen muchos estudios, tesis y reportajes que demuestran cómo desde esa fecha con leyes, regulaciones, acuerdos, permisos legales o ilegales, el Movimiento al Socialismo (MAS) permitió la quema de bosques, los desmontes, los avasallamientos, la presencia china envenenando los ríos con mercurio, el saqueo de minas de oro en Amayapampa, en el Illimani o en todo el norte amazónico.
No son solamente turbas llamadas interculturales los protagonistas, también están listas de ganaderos tradicionales en Santa Cruz, Beni, Pando, que no dudaron en aplaudir al dictador, regalándole placas y caballos finos. La quema indiscriminada de pastizales beneficia a diversos poderes económicos.
En 2019, la protesta ciudadana contra los incendios en la Chiquitanía, entre agosto y octubre, preparó el escenario para rechazar la turbia reelección inconstitucional de Morales. En 2023, el fuego continuó insaciable. En 2024, las llamas han devorado la superficie de países enteros. El hollín y el humo han invadido más allá de las fronteras.
Un puñado de héroes, como los médicos en el 2019, son la vanguardia subversiva que combate con escasos medios a ese nuevo enemigo de Bolivia. Durante semanas los bomberos y pobladores enviaron pedidos de auxilio sin ser escuchados, hasta el desastre.
Bolivia pierde otra guerra, la peor de todas.
Sin embargo, los festejos no se detienen. En la ciudad más contaminada, Santa Cruz de la Sierra, salieron a bailar en el tradicional Elay Puej en el Cambódromo; en Sucre danzaron las fraternidades en homenaje a la Virgen de Guadalupe, en esos convites que imitan a las carnestolendas. A nadie se le ocurrió cambiar cervezas para enviar donativos a los voluntarios, agotados por 90 días de intentar detener las llamaradas.
En La Paz, el sábado 7 de septiembre, se llevó a cabo el festival «La Paz (Bolivia) Respira», probablemente el más hipócrita de los pretextos para simplemente farrear. Con el auspicio entusiasta del alcalde Iván Arias, se anunció un encuentro musical en defensa del medio ambiente con regalitos de arbolitos enanos.
Las redes se encargaron de mostrar la impostura de los supuestos objetivos ecológicos al borde del Valle de la Luna y del zoológico, con música a decibeles ensordecedores con luces electrónicas, entorpeciendo la actividad de los vecinos. El titular de esta versión resaltaba a los cholets, una arquitectura de inspiración imperial, poco amigable con lo verde. ¿O alguien encuentra parques o arboledas cerca de los cholets? Emilio Villanueva hace un siglo priorizaba los jardines cuando construía viviendas, universidades, hospitales y palacetes.
El discurso de las organizadoras sonaba tan falso como sus disfraces de indígenas «Transformers», tan grotesco como el Botox que intentaba ocultar la vejez de sus cachetes. Mientras las mujeres de rostro curtido y manos callosas peinan sus trenzas con rastros de mercurio al borde del río Madini o huyen de sus casas que arden en Roboré.
Ese mismo sábado, la alcaldía también cerró el centro paceño. Otro festejo, otra farra. Otro pretexto «El día nacional de la morenada» con una minientrada de 20 fraternidades. Los sectores productivos, los que trabajan y pagan impuestos, debían buscar rutas alternas, aguantar horas de trancadera, perder dinero y tiempo.
Al finalizar los dos festejos, era visible la basura, el orinal público, el rastro del dios Baco. Para el trago no faltan dólares. Bolivia Respira, Versión 4. «Permítanme carcajearme», como escribió Alcira Cardona ante los fariseos modernos.
Bolivia perdió el mar, el Acre, el Chaco. ¡Qué más da ahora perder los bosques! Perder el aire, el cielo azul, el canto de las aves. Lo único que sería inaguantable sería perder la borrachera.



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