Mario Malpartida
Los servicios de la Caja Nacional de Salud (CNS) son un tormento perenne: por décadas la población aguanta, parece estar resignada; ha reclamado hasta el cansancio, tan lejano está su reclamo que ni un eco responde, tan distante desde que fue la primera vez. Frecuentes son los días y las noches que las madres lloran porque el niño que tienen en brazos se muere; su trajín es angustioso para conseguir asistencia médica Quizá algún día llegue el buen tiempo para quienes son mal llamados “beneficiarios”; ellos opinan que “los servicios en la Caja Nacional de Salud son un desastre”: consultas fugaces con médicos apurados; las farmacias escasas de medicamentos. Nadie que proteja y revindique sus derechos; las Confederaciones permanecen subordinadas, como acólitos de quien debiera actuar, la COB está más ocupada en expresar sus lisonjas al gobierno de turno; y por este tiempo defendiendo el “proceso de cambio” (a ver cuándo llega tal cambio al sistema de salud).
La CNS, es una realidad desvanecida de esperanza; sus asegurados convertidos en afligidos pacientes sumisos, formando una larga fila despuntando el día con los primeros rayos del sol, sus reflejos son testigos insobornables del temor y la ansiedad, porque no será raro que les digan «se acabaron las fichas para hoy»; ecografías y cirugías postergadas por meses, y el día marcado están en paro los médicos, o el sindicato; ¡vaya lujo que se permiten los señores!
Los hospitales públicos son permanente problema para las autoridades: sueldos atrasados, escasez de profesionales, falta de camas para los enfermos; donde para conseguir una consulta se debe enfrentar amaneceres fríos, ventosos, lluviosos, con la ilusión de recibir atención.
El dinero siempre falta para ocuparse de la salud, son más importantes las canchas de fútbol y los coliseos techados, las dotaciones para los policías o la publicidad gubernamental dispendiosa. Tanto desinterés para con la salud, es difícil explicar, y menos justificar. Son tramitados préstamos para construir caminos y puentes (nadie duda que son necesarios), pero de ninguna manera postergar la infraestructura para la salud: la salud y la educación prevalecen. Faltan hospitales, equipamiento, médicos y medicamentos.
Así están las cosas, de vez en cuando se escucha voces cínicas y condescendientes que reconocen la situación, solo quedan promesas ásperas para dotar de más personal, «como quien dice».
La selección boliviana de fútbol fue un fiasco otra vez, pasó como si nada; el técnico brasileño se llevó un pingue honorario, todo eso ya es pasado. Se eligió un nuevo técnico nacional, reiterándose que se debe trabajar desde divisiones menores (es un viejo dicho), decirlo ahora en tono como si fuera nuevo, tendrá mejor efecto. Viene al caso recordar las declaraciones de un dirigente de fútbol, hace años, en una entrevista de televisión: explicó en aquel entonces que ante cualquier crítica era bueno aclarar que el fútbol es un negocio privado; no tenía que rendir cuentas a nadie, solamente a los directivos de los equipos asociados. Explicó que contratar jugadores con mejores sueldos que los nacionales, era asunto de cada club.
Los estadios deben ser construidos por el gobierno, o por las gobernaciones; pues las recaudaciones no alcanzan; con esas declaraciones quedó claro y entendido que los escenarios son de otros, y el espectáculo es de los clubes. Se habla por estos días que un grupo de técnicos apoyará al nuevo técnico de la selección nacional; la perspectiva es la misma, solo que ahora, según dicen, se cumplirá. Los críticos de la prensa deportiva opinan que los jugadores no pueden siquiera recuperar el balón, errantes por la cancha no se sabe a qué juegan, no pueden defender ni atacar; ¿todo eso se solucionará para la próxima eliminatoria?, la tricolor no participará solamente, comenzará a ganar; «como quien dice».
El autor es periodista.