Penetrar en el sentido profundo del ser que soy, es mi gran desvelo por aquí abajo. Franquear este mundo material y retener la pasión por la mística, traspasa la exterioridad de las cosas. Asumir una actitud de escucha humilde y de espera dócil, se sustenta en tomar la lámpara que ilumina nuestras opciones morales de cada día, llevándonos por el camino recto, para entrar en la morada de lo auténtico y de la existencia gloriosa.
I.- EL ACTUAR VIRTUOSO: LA LEY DEL AMOR DIVINO
Hay un equipaje de asombros, en nuestro transitar cotidiano; cada día es una sorpresa más, es cuestión de mirarse y verse, de complacerse o contrariarse.
Lo esencial radica en ser uno, en marchar con el pulso libre, en cultivar la palabra precisa, en volverse poesía de verdad, y en revolverse contra el mal.
La virtud crece y nos cultiva, resplandece en las desgracias, nos alumbra en las flaquezas, para que aflore la hermosura, de sentirse vivo en la bondad.
II.- EL PROCEDER VISUAL: TRABAJAR BUSCANDO SÓLO A DIOS
Hacia Ti, Señor, me encauzo; con deseos de reconducirme, para que viva en mí tu fuerza, se desaloje la furia del cruel, y se aloje el apego a la Cruz.
No hay mejor mirada que ver, que sentirse con Cristo parte, que apartarse de lo mundano, o que aprender a reprenderse, para despojarse y despejarse.
La luz es lo que nos armoniza, lo que nos purga la cognición, lo que nos hace abrir los ojos, para poder sentirse en quietud: unos con otros, alma y cuerpo.
III.- EL OBRAR DÁNDOSE: PERSEVERAR EN EL SERVICIO
El sumo aprecio es ofrecerse, está en darse y en ofrendarse, en quererse para poder querer; por eso me muevo satisfecho, en medio de los agotamientos.
La capacidad de elegir el bien, rehuyendo de las perversiones, mediante el ejercicio ascético, es lo que nos revierte en don, pues la gracia viene del amar.
Que esta sapiencia entrañable, se deje canalizar mar adentro, para permanecer ascendiendo, lo que ha de surcarse al cielo, y vivirse en unión a los demás.
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