Juan José Toro Montoya
Hace un par de semanas publiqué, en esta columna, un artículo titulado “La Juana y los ‘laris’” en el que criticaba la, hasta ese momento, terquedad de las autoridades de Chuquisaca en mantener el 12 de julio como fecha conmemorativa del nacimiento de la heroína Juana Azurduy de Padilla, pese a que el hallazgo de su partida bautismal revelaba que, en realidad, nació en enero de 1780.
“En por lo menos una década, los historiadores han publicado libros, artículos, concedido entrevistas y hasta expresaron sus observaciones en audiencias con el Concejo Municipal de Sucre. Nada. Esa gente sigue celebrando el 12 de julio, y lo volverá a hacer este año”, publiqué entonces y me place decir, ahora, que este año me equivoqué, así sea parcialmente.
La diferencia advertida este año es que no hubo conmemoración oficial, por lo menos no por parte del Gobierno Autónomo Municipal de Sucre —ya que una ONG sí lo hizo—, debido a que éste optó por escuchar la voz de la razón y cambiar la fecha.
La partida bautismal de la guerrillera revela que fue bautizada en el templo de San Pedro de Tarabuco el 26 de marzo de 1870, con el nombre de Juana Asurdui (con “s” e “i”) Llanos, pero no dice en qué día nació, puesto que se limita a referir que la beba tenía dos meses de nacida. Sobre esa base, y como es común en estos casos, los historiadores convinieron en señalar al 26 de enero como su natalicio. Si la Alcaldía de Sucre mantiene su posición institucional, los festejos tendría que realizarse en el primer mes del próximo año.
Aunque todavía está por verse lo que pasará a partir de 2025, la decisión municipal es el primer y más importante paso en una necesaria rectificación histórica y, por ello, merece ser aplaudida. Tendrían que cerrarse, también, otras polémicas como la que señala que Juana nació en Toroca, Potosí, como todavía sale en Wikipedia, puesto que la partida bautismal señala, con claridad, que nació en La Plata, hoy Sucre. Si existen indicios que apuntan a un origen potosino, éstos deben rendirse ante la evidencia documental.
Al igual que los historiadores que batallaron durante años para que se ejecute este cambio, estaré pendiente al traslado de la conmemoración a enero. Cuando eso ocurra, habrá que insistir en el cambio de la narrativa de muchos otros sucesos de nuestra historia que, sin ser ciertos total o parcialmente, siguen repitiéndose como letanías por aquellas personas que no quieren cambiar, a veces simplemente por flojera.
Estamos a poco más de un año de celebrar el bicentenario de la declaración de nuestra independencia y no podemos seguir viviendo en medio de mentiras históricas.
Juan José Toro es Premio Nacional en Historia del Periodismo.