Jhonny Vargas
Faltando menos de un año para las elecciones generales, es necesario hacer una demoledora crítica a los planteamientos oportunistas y hostiles de la clase política en contra del interés nacional. El MAS, en función de gobierno, ya no es el guardián del interés nacional, el instrumento político dejó de ser el partido de las masas populares que, en los momentos más difíciles, como ahora en plena crisis económica y política, se ha divorciado del pueblo. No puede remontar este periodo difícil de crisis interna, que se refleja en una confrontación directa con el pueblo. Es decir, el MAS se volvió enemigo del pueblo boliviano, hay disensión en sus filas y no parece preparar nuevos liderazgos o nuevos luchadores sociales dentro de sus organizaciones.
Hay que explicar esta realidad política, por las contradicciones y antagonismo de la sociedad boliviana, el dinero disimula y encubre la verdadera naturaleza del ex mandatario y de su partido político. En vez de unir la industria con la agricultura, sobre la base de la aplicación consciente de la tecnología, el MAS mató la industria nacional y abandonó la producción de alimentos, quemó y arrasó, mediante sus famosos interculturales, la Amazonia boliviana.
En vez de poner fin al aislamiento y al atraso de la población campesina, el MAS sometió a la dirigencia campesina, mediante la corrupción y el prebendalismo, dejando así de ser la reserva moral del país. En vez de evitar la disgregación de la familia boliviana, con sus políticas progresistas terminó por ideologizar el sistema educativo, liquidando los valores y principios de la familia boliviana.
En vez de hacer posible el proceso de industrialización del país, mediante el aumento de la producción, terminó por convertir a la clase asalariada, a través de la dirigencia de la COB, en una clase trabajadora servil y mediocre, al servicio de los intereses del partido gobernante. El Estado Plurinacional no pudo crear la patria para todos, solo pudo consolidar el Estado para unos cuantos. En vez de hacer del Estado, el Estado de todos, hoy es el Estado de cosas a favor del MAS.
La política masista se ha convertido en la política del Estado. Es decir, la política de una facción oportunista se ha convertido en la política de todos. Estas son las bondades del socialismo del Siglo XXI, donde la burocracia parasitaria es un trabajo social improductivo, no por la virtud, sino con el ejemplo, donde los menos preparados ocupan los cargos de elección popular y los carpos públicos administrativos. Gracias al desorden del MAS, no todos tenemos un mismo destino. Gracias al masismo, en los próximos meses y años muchos de nuestros compatriotas abandonarán su patria, buscando otro destino. Gracias al MAS, hoy se defiende hasta las últimas consecuencias el delito y al crimen organizado y se busca la libertad de un enfermo de poder, títere del narcotráfico.
Basta de arbitrariedad política y opresión económica mediante bloqueos. Pero, ¿qué podemos esperar del MAS? No podemos esperar otra actitud de aquellos que defienden la injusticia. La Democracia representativa, no ha podido cambiar las diferencias económicas, lejos de atenuarse se acentúan y se agudizan cada vez más con estos bloqueos que defienden la impunidad. Los enemigos de la patria no vacilan ni un segundo para pactar con los enemigos externos del país, es decir las organizaciones del crimen transnacional, como los grandes cárteles internacionales de la droga, la trata de personas y transnacionales interesadas en nuestros recursos naturales.
Ahora se habla mucho de los trabajadores por cuenta propia, de los sectores gremiales y transportistas, mientras que antes ni se los mencionaba, lo cual prueba que la situación de estos sectores informales ha empeorado. Los únicos que se pueden jactar de una mejora en sus condiciones de vida, son los defensores del régimen dictatorial.
Entonces, ante este panorama, ¿qué quiere la clase política boliviana, enemiga del pueblo? Es sencillo, quiere imponer un títere en la silla presidencial, sea del MAS o del menos, pero alguien manejable y manipulable, favorable a sus propios intereses. Por estrechez de pensamiento, los defensores de lo mismo, del continuismo de la clase política boliviana, no pueden ver más allá de sus narices. No pueden plantear algo nuevo al pueblo boliviano. El MAS dejó de ser la vanguardia de los más humildes, y los menos o la falsa oposición boliviana, siguen creyendo en los viejos líderes de la juntucha política tradicional del pasado. Pero el estado de descomposición de este sistema político, más su clase política, acelera las cosas para un cambio, tal como están marchando, tanto mejor para el interés nacional.
Queridos patriotas, los enemigos de la Patria, los adversarios de lo nuevo, rompen el hilo democrático con sus marchas y bloqueos, tiene que haber caos para que nazca un nuevo orden en el país. Si quieren la unidad de la oposición, primero tiene que haber desprendimiento; para lograr una unión sólida es indispensable la libertad de crítica. Hace falta que se unan más a los líderes de la nueva oposición, pactar acuerdos para alcanzar objetivos prácticos. No se puede traficar con los principios, no se puede hacer concesiones al adversario, como jugar un partido de fútbol con un árbitro comprado. Por eso es muy importante estudiar al adversario y anticiparse a sus movimientos. La política es una profesión práctica, si no quieren ver sentado en la silla presidencial a un títere de la vieja clase política o de los intereses transnacionales enemigos del pueblo boliviano, se debe cimentar, con más fuerza, el nuevo liderazgo y el nuevo proyecto de país diferente.
Jhonny Vargas es Politólogo y Docente de Postgrado.