Manfredo Kempff Suárez
El poder político se lo busca para gobernar, para emprendimientos que favorezcan a una nación o a un pueblo. Se lo pide a la ciudadanía cuando existen ideas claras, cuando se puede demostrar que esos pensamientos se deben ejecutar para el progreso de la comunicad. Si no existen proyectos concretos, palpables, pedir poder al pueblo no tiene sentido, es una desconsideración y un abuso que se repite permanentemente en nuestro medio.
Esto viene a cuento debido a que vivimos en un país exacerbado de bronca ante tanta inutilidad y tanto desastre. Bolivia no solo está ardiendo con fuego real en sus pampas y montes del oriente que todo lo está devorando, sino que está agotando el esfuerzo de sus hombres y mujeres que, luego de luchar contra las llamas para salvar lo poco que tienen, están siendo vencidos por la desesperanza ante una impotencia clara de las autoridades para garantizar una vida normal.
En estas circunstancias tan difíciles, cuando por fin se le ocurre al Gobierno decretar la emergencia nacional (y a la lerda Gobernación cruceña también), aparece el presidente Luis Arce Catacora en un horario estelar de la televisión del domingo, para decir, aburridamente, como un maestro de aritmética, lo que todos sabemos, y es que estamos en la boca del infierno, sin dólares y sin combustible. Con inmensa pachorra, cuando esperábamos algún alivio en medio de tanta quemazón y pobreza, nos ha indicado, tiza en mano, con gráficos y estadísticas, que estamos jodidos. ¡Pero qué simpatía! Nos ha dicho que la situación es negra y que el anterior gobierno (donde él fue el ministro que manejó el dinero y las inversiones durante 14 años) ha sido el culpable de todo por falta de previsión. ¿Y no se le ocurriría decirle a Evo Morales que nos estaba llevando al despeñadero? ¡Pero qué falta de pantalones! Culpar al anterior mandatario, una y otra vez, por pésimo que fuera, que lo fue, ha causado diversas sensaciones de ira y burla.
Es que no se trata solo de acusar al antecesor, porque, fuera de algún beneficio electoral, nada se consigue con eso. Sino de señalar qué están haciendo los que manejan hoy la situación. Exagerando, debió decir quiénes y cómo van a actuar los que encabezan el rimbombante y fundido Modelo Económico Social Comunitario Productivo, para Vivir Bien. Ya no nos importa que, efectivamente, los anteriores se hubieran farreado todos los millones del gas, porque ya están gastados y los derrochadores moran en el Chapare, pero también en la Casa Grande del Pueblo. Miti-miti, como dicen los chicos.
Por fin el presidente Arce ha reconocido que en Bolivia existe una crisis, pero se trata de una crisis “de cojones”. Ha reconocido que se está acabando el gas y que no hay probabilidades de volver a tenerlo como antes. De donde se colige que, como no existen suficientes ingresos por gas, ni por otros productos (obstaculizan las exportaciones cruceñas) tampoco hay dólares. Al no haber dólares no se puede comprar combustibles y por tanto falta el diésel y la gasolina y se forma el circuito mortal al que se agregan las subvenciones. Y como el litio es un cuento chino –los chinos de Citic Gouan recién van a empezar con un estudio de factibilidad para instalar una planta de extracción directa de litio– tenemos tiempo de sobra para lamernos las heridas y llorar por lo que pudo haber sido y no fue (Bolivia centro energético del continente).
El “Proceso de Cambio”, después de 18 años, está dejando una Bolivia pobre y enfrentada, una nación, que, además, está endeudada hasta la coronilla. Jamás Bolivia tuvo una deuda pública de semejante tamaño. Y la falta de recursos llega a tal extremo que el presidente Arce reclama, como una salvación, que se aprueben créditos por mil millones de dólares que están pendientes en la Cámara de Diputados y que se gastarán en un mes. Vivir al fiado, a eso nos ha llevado el MAS, y para colmo entre ellos se sacan los ojos y se “mentan” la madre para permanecer en el gobierno cinco años más con el único afán de mantenerse en el poder.