Rolando Coteja Mollo
La inteligencia artificial (IA) está empezando a transformar muchos aspectos de la vida diaria y el sistema judicial no es una excepción. Desde la automatización de procedimientos hasta el apoyo a decisiones judiciales, la IA promete mejorar la eficiencia y la velocidad de la aplicación de la ley. Sin embargo, esta revolución tecnológica también plantea graves cuestiones éticas y amenazas que no podemos ignorar.
En un campo sensible como el judicial, donde la justicia, la equidad y los derechos humanos son primordiales, la implementación de tecnología avanzada requiere una consideración seria y reflexiva. Uno de los aspectos más interesantes de la IA en el sistema judicial es su capacidad para agilizar los procesos judiciales, que sufren una sobrecarga significativa en muchos países.
En situaciones en las que los tribunales están abrumados por la cantidad de casos, las herramientas de IA pueden ayudar a analizar grandes cantidades de información, realizar clasificaciones automáticas y detectar patrones que a los humanos les llevaría mucho más tiempo detectar. Por ejemplo, la IA proporciona soluciones rápidas y precisas en la gestión de expedientes judiciales y el análisis de jurisprudencia, facilitando el trabajo de jueces y abogados.
Además, la IA tiene el potencial de eliminar ciertos prejuicios humanos que lamentablemente existen en los sistemas judiciales de todo el mundo. En muchos tribunales, las decisiones están influenciadas por prejuicios raciales, económicos y de género. Los algoritmos bien diseñados pueden operar con una objetividad que los humanos no siempre pueden garantizar.
La IA puede hacer recomendaciones y análisis de manera más imparcial, sin emociones ni prejuicios, garantizando que todos los ciudadanos reciban el mismo trato ante la ley. Pero aquí es donde comienza la amenaza, aunque la IA puede actuar más rápido y con mayor precisión que los humanos, también es susceptible a sesgos algorítmicos.
Los sistemas de IA aprenden de los datos que reciben, y si esos datos reflejan desigualdades y prejuicios en la sociedad, los resultados que producen también lo serán. Los estudios ya han demostrado que algunos algoritmos utilizados en decisiones judiciales en países como Estados Unidos tienen prejuicios raciales, lo que afecta negativamente las recomendaciones de libertad condicional y sentencia. Por otro lado, la falta de transparencia en los algoritmos de IA también es un problema importante.
¿Cómo se puede confiar en una decisión que no se comprende del todo? A diferencia de un juez humano que puede considerar y debatir inferencias, los algoritmos de IA suelen ser cajas negras. En otras palabras, en un sistema judicial que enfatiza la legitimidad y la transparencia, los detalles de cómo se llega a una conclusión no son necesariamente claros, ni siquiera para los propios diseñadores del sistema.
El poder judicial no sólo debe ser justo, sino también parecer imparcial, y un sistema basado en decisiones opacas puede socavar la confianza pública. Además, el uso de la IA en el sistema judicial plantea cuestiones aún más espinosas, hasta qué punto es moralmente permisible delegar las decisiones humanas a las máquinas.
La justicia implica valores y consideraciones éticas que van más allá de la mera aplicación de la ley. Los jueces no sólo necesitan interpretar la ley, sino que también necesitan comprender el contexto humano detrás de cada caso. Las decisiones judiciales requieren sensibilidad y empatía que las máquinas no pueden brindar. Sin esta comprensión humana, ¿podemos realmente confiar en los algoritmos para tomar decisiones sobre la vida y el destino de las personas?
Otro peligro es la concentración de poder que representan estas tecnologías. Si las decisiones judiciales dependen demasiado de los sistemas de inteligencia artificial desarrollados por un pequeño número de empresas de tecnología, se podría crear un monopolio sobre funciones gubernamentales.
¿Qué sucede si los gobiernos o las empresas privadas manipulan estos sistemas para obtener beneficios personales o políticos? La dependencia de la tecnología en el poder judicial abre la puerta a nuevas formas de corrupción y dominación, y puede verse obstaculizada. Es importante que los gobiernos y sistemas judiciales que decidan integrar la IA, lo hagan bajo regulaciones estrictas.
Deben existir límites claros en torno al papel de estas tecnologías y siempre debe haber supervisión humana y transparencia en su implementación. La IA debería ser una herramienta complementaria, no un sustituto de la toma de decisiones humana. Debemos garantizar que las personas sigan teniendo acceso a un sistema de justicia que las trate de manera justa y humana.
El autor es politólogo-abogado y docente universitario.
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