Álvaro Riveros Tejada
A 476 años de su fundación y a los 214 años de haber dejado encendida una tea libertaria, que jamás debería apagarse, don Pedro Domingo Murillo yace colgado de su antorcha y girando en su tumba, ante los acontecimientos que se vienen sucediendo en nuestra querida ciudad capital y, en especial, en esta su Patria atormentada por una espantosa secuencia de manifestaciones, paros, bloqueos y marchas que hacen imposible su normal desenvolvimiento.
De ser la locomotora de este tren que se llama Bolivia, de pronto vamos pasando a ser el furgón de cola, sin que nada ni nadie explique la razón de esta suerte, ya que la capital siempre se caracterizó por ser el crisol de esa bolivianidad donde nunca hubo espacio para un pachamamadismo importado, con Inca incorporado; racista, populista y cismático, donde cambas, chapacos, ayoreos o mosetenes fueron tan bienvenidos, como cualquier colla que haya nacido de sus entrañas.
Dicho curioso movimiento político basó su teoría en un Socialismo del Siglo XXI recalentado, cuyo autor, el alemán Heinz Dietrich, lo desahució públicamente, al no habérsele cumplido, lealmente, con el pago de la obra previamente convenido.
Asimismo, ese experimento político continental basó su existencia en la ingente riqueza petrolera venezolana, hasta llevarla a un virtual punto de quiebra, junto a países que siguieron esa misma línea, tales como la Argentina, Brasil, Colombia, y Bolivia, cuya industria sin chimeneas del Chapare sostiene precariamente su débil economía, empero, a un elevado costo de sometimiento a sus empresarios que, no solo han cambiado su institucionalidad, sino que al haberse copado su gobierno con un poder absoluto, hacen y deshacen a su libre albedrío, las leyes y normas de convivencia entre los bolivianos.
Muy distinta sería la historia política de nuestro mundo, si no se persistiese en aplicar esa terca y anacrónica doctrina fracasada en la Unión Soviética, su nido, y trasladarla pertinazmente a nuestros países, a través de los adscritos al Foro de Sao Paulo, envuelta en papel de regalo de la droga, el populismo, el fanatismo religioso y de los que porfían en hacernos creer que están obligados a erigir muros y cerrar las fronteras para evitar que fascistas envidiosos de su progreso ingresen a copiar y robar sus logros, mientras jalan los nuestros, como ha ocurrido durante estos últimos 65 años de escarnio comunista en Cuba y hoy Venezuela.
Curiosamente, a tiempo de redactar la presente nota, sabemos que en México está ocurriendo el mismo fenómeno que en Bolivia, con bloqueos generados por los narcos, que ya ocupan más de la mitad de su territorio, celestinamente tolerados por el partido gobernante Morena, una suerte de versión mexicana del MAS, muy mejorada, ya que lograron hasta cambiar pacíficamente al presidente protector, por una dama que ha dado señales de amistosa continuidad. Caso muy distinto al nuestro, donde los evistas acaban de romper el diálogo con el gobierno y ahora piden que Luis Arce llame a elecciones anticipadas o renuncie, mientras el gobierno se atrinchera para evitar capturar al cocalero causante; el país entero se debate entre la más oprobiosa incertidumbre y su capital celebra su aniversario, en medio de un ambiente donde ya no hay paz, para La Paz.