Álvaro Riveros Tejada
Bajo un epígrafe similar, hace años publicamos dos artículos que presagiaban el destino de Luiz Inácio Lula da Silva, cuando ya se vislumbraba el hundimiento de los sistemas de izquierda populista instaurados por él y su camarada Fidel Castro, como el Foro de Sao Paulo, hoy Foro de Puebla, entelequias amparadas por el tristemente célebre Socialismo del Siglo XXI, como base de su doctrina política.
Sin embargo, la historia no fue muy bonancible con él, ya que sus efímeros logros fueron ensombrecidos por sus propios desatinos, cuando un tribunal de segunda instancia del Brasil, no sólo ratificó la condena de nueve años que le fue impuesta por sus múltiples delitos de corrupción en el ejercicio de su primera gestión presidencial, como el famoso affaire del Lava Jato que dio paso al escandaloso negociado de Oderbrecht, sino que la aumentó a doce años, alejando cada vez más sus pretensiones de candidatear nuevamente a la presidencia del Brasil.
Fue entonces, cuando la efectividad de la organización criminosa que lo había entronizado en el poder mostró una de sus más prodigiosas habilidades, que muy pronto sería expuesta en todos los regímenes regionales adscritos a ella y donde el Foro de Sao Paulo ya había fundado una de sus estrategias más importantes, como ser: el control del sistema judicial, a cambio de su des institucionalidad.
Fue de esta manera que, en noviembre de 2019, tras pasar 580 días en prisión y no poder participar en las elecciones presidenciales de 2018, la justicia brasileña le revocó al ahora presidente electo las condenas que había recibido por los delitos de corrupción pasiva y lavado de dinero. Asimismo, en 2021 el Supremo Tribunal Federal revocó estas condenas al entender que a Lula no se le habían respetado sus derechos durante el proceso llevado a cabo por el entonces juez Sergio Moro.
Lo curioso y risible del caso es que ahora, después de 15 años, llega a Bolivia para agradecer al presidente Arce por recibirlo en momentos en que las instituciones y el pueblo boliviano se vieron afectados por el intento de golpe, en vísperas de celebrar su bicentenario y después de haber probado esa amarga experiencia con el golpe de Estado de 2019. Por lo que ahora, Bolivia no puede volver a caer en esa trampa y menos tolerar devaneos autoritarios y golpistas.
Aún guardamos en nuestra memoria las enseñanzas que Lula, con aire quijotesco, un día de enero de 2009 vino a impartir a Evo Morales, imitando uno de los consejos a Sancho, cuando asumía el gobierno de la isla Barataria: “Evo, en este momento tú tienes que dar los grandes ejemplos, con la humildad que tienes, la mejor arma para enfrentar la adversidad es la paciencia, el no jugar el juego de los adversarios, el no pelearse con la prensa y no hacer política a través de los medios”. Se supone que los medios a los que se refería y se refiere hoy, son los económicos, ya que aquellos eran los que vino a materializar, enjaezado con una guirnalda de coca que lo pintaba como “El Señor de los Cielos” dispuesto a partir el TIPNIS de un tajo y convertir esa arteria, como señaló el exdiputado y canciller brasileño José Serra, “la carretera de la cocaína” que envenenará al Brasil. Esta vez, sólo logró que se le rebaje un 50% la tarifa de un gas que ya no existe.
En el caso que ahora nos ocupa, la impaciencia fue precisamente la que traicionó al maestro tornero; su angurria de poder; su irrefrenable deseo de heredar el puesto de Castro, en el malhadado Foro; la fiebre de poseer bienes materiales, y el fácil alcance de ese mundo de frivolidad que demagógicamente rechazaba. De ahí que su visita nos obliga, a preguntar ¿Lula, Lula, ¿qué estás urdiendo?