Los políticos han perdido credibilidad. Ya no representan la esperanza, sino la frustración. Nos han legado, en este contexto, el desastre nacional, que se traduce en la crisis económica, que significa un retroceso hacia la incertidumbre. En consecuencia, hay gente que busca dólares, ante la escasez de esta moneda, para solventar sus actividades. También para adquirir combustible. Gente inmersa en una realidad que parece no tener salida. Hecho que resume la regresión a periodos gubernamentales en los que la incapacidad se imponía.
Los políticos, al asumir sus actos, deberían ser honestos y transparentes ante el país. Deberían manejar siempre la verdad. La mentira, en política, quizá es utilizada como un recurso para confundir a la opinión pública. Quizá también es parte del modus operandi para mantenerse en el Poder. Para tapar falencias y despropósitos y tender cortinas distraccionistas.
En consecuencia, no deberían actuar con doble moral, ni cálculo político, sino de cara a la ciudadanía. Tampoco con el afán de enriquecerse, aprovechando la potabilidad democrática. Parece que no les importaran los supremos intereses de la Patria, sino la probabilidad de perpetuarse en el Poder. Deberían priorizar, en todo caso, los objetivos nacionales, no los intereses sectarios. Las obras quedan, los hombres pasan. Todo es pasajero en esta vida.
La ciudadanía espera certidumbre y no demagogia. Exige responsabilidad en el manejo de la cosa pública, cumplimiento de la oferta electoral y honestidad, sobre todas las cosas. Los políticos, para tal efecto, deberían aproximarse al ciudadano de a pie, no solo para conocer sus condiciones de vida, sino para tratar de atender sus necesidades más elementales, ahora que la crisis económica se agrava. Y no utilizarlo solamente, como carne de cañón, en bloqueos. Menos aprovecharse de él, en épocas electorales. Entonces tendrían la ocasión de conocer la realidad nacional, el temperamento de las personas e instituciones de cada región. Es decir, el carácter de la nación boliviana. Lo que piensa, dice y desea el boliviano común, elemento fundamental para construir la nueva Bolivia. Y no vivir metidos en un escritorio, rodeados de asesores parlanchines o aislados de cuanto sucede en nuestro alrededor.
“Cualesquiera que sean las mezquindades y desfallecimientos de la naturaleza humana individual, puede decirse que el hombre, llegado a cierto grado de civilización, tiene las aptitudes intelectuales y morales suficientes para dominar la preocupación de sus intereses personales, y realizar así, de manera más o menos perfecta, el ideal del ciudadano. Si se rechaza esta observación, ya no queda más que renunciar al derecho de voto y al principio de gobierno democrático” (*).
En suma: la ciudadanía espera un cambio radical en los políticos.
(*) Adolfo Christlieb Ibarrola: “Temas políticos”. Talleres de la Editorial Jus, S.A., México, 22 de noviembre de 1963. Pág. 24.