No es extra帽o tener presidentes tiranos, en un mundo donde se fervoriza la democracia; as铆 como pa铆ses que se enfrentan en guerras, cuando el mundo pregona la paz. 驴Acaso pudiera entenderse que el mundo es condescendiente, que no considera extra帽o tolerar la tiran铆a, y permanece discreto cuando de guerras se trata, que incluso vota a favor? Las guerras frecuentes con escenarios en oriente medio; las tiran铆as m谩s manifiestas en las regiones sur-sur. Cuando finalmente las censuras son aprobadas, no pasan de ser documentos que son difundidos y ah铆 quedan; no existe la forma para hacerlos cumplir. Las guerras contin煤an, a pesar de las rimbombantes censuras; interesa m谩s la victoria, ser belicista y despreciar la vida. Fortalecer el exceso de poder, oprimir al ciudadano, es la oprobiosa respuesta del tirano. En otros t茅rminos, las declaraciones no sirven, carecen de ejecutoriedad.
Por otro lado, los gobiernos autocr谩ticos alardean democracia, pero apoyan a los tiranos; todo depende de ideolog铆a. La invasi贸n a territorios ajenos es buena, o puede ser mala. La tiran铆a y los agravios a los derechos humanos pueden ser condenables o justificados. Los muertos no importan si el autor es pa铆s amigo; por el contrario, es deleznable, se lo debe repudiar, cuando el autor no pertenece al clan.
Pasa lo mismo con el poder paralelo externo: el neoliberalismo es la pobreza, el socialismo del Siglo XXI es la soluci贸n; el juicio y la sentencia es cuesti贸n de posici贸n ideol贸gica, y la votaci贸n es por consigna. Por eso, las guerras siguen y las tiran铆as tambi茅n. Diferentes son las razones para que los totalitarios no acaben siendo tiranos (y bien que lo desean), porque pueden mantener la etiqueta de la democracia; y tambi茅n, aunque parezca extra帽o, porque los poderes paralelos no lo permiten, necesitan seguir vigentes: los traficantes de drogas, de armas, de personas, y los del contrabando. Estos poderes paralelos inquietan al poder formal, es imposible ignorarlos; y combatirlos conlleva riesgos; el poder est谩 en juego.
Aunque, por otro lado, se dice que esos poderes paralelos, act煤an bajo la tolerancia y protecci贸n de los gobiernos. En este caso la violencia deja de ser un monopolio del Estado, que permite y encubre la acci贸n de narcotraficantes armados, secuestros, fraudes, contrabando, blanqueo de capitales, tr谩fico de armas, asaltos y robos; grupos comunitarios que al parecer toman en cuenta el dicho: 芦no se puede poner puertas al campo禄, y act煤an protegidos y armados.
Entretanto, el Estado sigue prendido al poder en una aparente democracia, cada vez in煤til, vac铆a, que compensa su debilidad a trav茅s de acciones de rescate para revalidar su poder perdido, apelando al despotismo; en medio de protestas, paros y bloqueos; denuncias y contradenuncias, agobiado por retener su mando que hace aguas. Finalmente, el contrabando instalado y conectado con el poder, que en una ocasi贸n encubri贸 treinta camiones con mercader铆a, que permiti贸 en otro tiempo ingresar harina argentina en vagones, ese que sigue vigente en todo tiempo, con centenares de veh铆culos circulando sin p贸liza: y son escuchadas voces oficiales abogando para regularizar el delito. Varias veces sucedi贸, con el argumente de mejorar los ingresos fiscales, y no est谩 lejos el d铆a… Est谩n a la vista, se venden a toda hora, igual que los fardos de ropa, los licores y medicamentos. Y en otra cara, el contrabando hormiga, hostigado y usado como car谩tula para el expediente: 芦lucha contra el contrabando禄. Por eso, decir que el mundo est谩 dividido es inexacto, unos, son pocos, pero suficientes para desconectar las censuras, y los otros son mayor铆a, pero insuficientes para suprimir las guerras, evitar las tiran铆as, y tambi茅n el contrabando.
El autor es periodista.