Severo Cruz Selaez
“Los pobres, los humildes eran fieles a Gandhi y la revolución” (*). El carismático líder indo que se entregó en alma y cuerpo a la causa liberadora de su país, poseía elevada sensibilidad social y una acrisolada moral política. Asumió actitudes transparentes e incuestionables. Nunca fue partidario del revanchismo, sino del perdón y el pacifismo. Cualidades que lo distinguieron, entre los políticos de su época. Su pensamiento político y acción de lucha, fueron emulados desde entonces. Las nuevas generaciones, lo recuerdan con admiración.
El líder surge con una extraordinaria capacidad de convocatoria. Moviliza al conjunto de sus conciudadanos, bajo directrices de interés común. Se despoja de sus apetitos particulares. Ratifica su vocación de servicio, en bien de la colectividad. Elabora proyectos y estrategias para promover un futuro mejor. Sin discriminación ni menosprecio. Es el depositario de la confianza y del respaldo dentro y fuera de su territorio.
El líder construye, jamás destruye. Emancipa a sus congéneres del hambre, de la miseria y de las necesidades más elementales. Jamás los somete a un régimen de escasez y carestía, tanto de alimentos como de medicamentos. Trabaja por el bienestar de su entorno, pese a tiempos adversos. Ensancha los caminos de la liberación, con la experiencia adquirida en las lides políticas. Tampoco se aprovecha de sus seguidores, para satisfacer sus propósitos personales. Ni para medrar con recursos fiscales. No empuja a la confrontación ni al derramamiento de sangre. Su discurso e imagen trascienden las fronteras de su país y se constituyen en paradigmas para propios y extraños. Solo el líder de pacotilla, devasta todo lo construido. No le interesa la Patria Grande, sino la patria chica.
El líder sostiene la verdad, se ajusta a la realidad y se somete a la ley. Marca el rumbo de la historia, priorizando el bien común. Asume actos, gestos y mensajes, proponiendo transformaciones históricas e irreversibles, que sacudirían las vetustas estructuras político – sociales. Por todo ello estará siempre en la mira de la opinión pública.
El líder ni remotamente se habría animado a cerrar carreteras, en desmedro de la paz y la libre circulación. Obedeciendo únicamente la consigna partidaria y menos las reivindicaciones de la población. Sabiendo que esa medida sería como una ruleta rusa. El cálculo político, no tuvo los efectos esperados. Es que no ha logrado acortar el mandato constitucional del gobierno. Ni el adelantamiento de las elecciones. Solo ha sido útil para el reencuentro de la institución del orden y las fuerzas armadas en un rol patriótico. Hicieron las paces y caminarán unidos en adelante. Solo un personaje irracional actuaría de esa manera. El bloqueo de caminos lo ha devastado políticamente, dentro y fuera del país. El líder tampoco hubiera asumido el papel de “salvador”, en circunstancias económicas tan adversas. Todo ello ha provocado, el repudio casi generalizado.
En suma: Bolivia requiere líderes que se hayan despojado de sus intereses mezquinos.
(*) José Carlos Mariátegui: “Historia de la crisis mundial”. Empresa Editora Amauta, Lima – Perú, 1959. Pág. 193.