Fabian Freire
Evo Morales y sus seguidores han comenzado con su “marcha para salvar Bolivia”, con el objetivo de llegar a la sede de Gobierno y poner en jaque a la administración actual. Más allá de que la marcha tenga su “justificativo” en la creciente crisis económica, todos sabemos que lo que busca es desafiar al Gobierno y mostrar el poder de Morales, aun sin ser presidente. Estos son días clave para el panorama político en nuestro país y, sobre todo, para el futuro del MAS.
El plan de Evo no es salvar Bolivia, sino encontrar una forma legal de habilitarse para las elecciones de 2025 y, además, “deshacerse” de sus detractores en el seno de su partido, lo que implica “destrozar” al gobierno. Evo y sus adeptos quieren presionar al gobierno de tal manera que logren la renuncia de Luis Arce y David Choquehuanca, lo que permitiría que Andrónico Rodríguez, el pupilo de Evo, asuma la presidencia. Con Andrónico en el poder, el Ejecutivo garantizaría a Morales su habilitación para las elecciones de 2025 y “pondría” las instituciones estatales a su favor, dándole a Evo una posición privilegiada para los años venideros. Estamos hablando de un “retorno” al poder de manera indirecta, algo que le daría mucha más influencia en la política nacional y en el ámbito electoral, claro, siempre y cuando Andrónico no lo “traicione”.
Morales es el único político que cuenta con bases sociales propias y militancia leal; es el único capaz de movilizar gente de manera individual, sin necesidad de un partido o del aparato estatal. Esto demuestra cuán influyente puede ser Evo, quien además tiene gran experiencia sindical, lo que lo hace peligroso en términos de manejo de bloqueos y “organización de las bases”.
Pese a todas sus “habilidades y ventajas políticas”, el gran problema de Evo es que también es la persona más “odiada” y rechazada en Bolivia. No solo los opositores lo aborrecen, sino también muchos dirigentes de su propio partido, y la mayoría de la gente no quiere que Evo vuelva a ser electo presidente. Muchas personas, antes de ser antimasistas, son antievistas, y el rechazo a Evo no es menor; una gran cantidad de la población no quiere verlo “ni en pintura”.
El panorama es complejo, sin duda. En un caso normal, le daríamos la victoria en el conflicto a Luis Arce, pues tiene el poder del Estado y el “monopolio de la violencia” en sus manos. Pero estamos hablando de “Luchito”, alguien excepcional, pero para mal. Alguien que no ha sido capaz de combatir la terrible crisis económica y que, en muchos aspectos, es peor que Evo. Un “economista” que, en lugar de sanear la crisis y cambiar la política económica, ha actuado de manera insensata, lo que nos costará muy caro a todos los bolivianos. Esto hace que la contienda esté totalmente igualada. Es difícil prever quién se impondrá y, sobre todo, saber si Arce y sus ministros incapaces tendrán las “agallas” para terminar con las aspiraciones de Evo.
Mi pronóstico es que “Luchito” debe, a toda costa, evitar que la marcha llegue a la ciudad de La Paz; de lo contrario, las cosas se le pondrán muy difíciles. No creo que el gobierno termine su gestión; lo mejor sería que se retiraran, dada su incompetencia y su poca voluntad para combatir la crisis. Sin embargo, creo que la marcha determinará mucho respecto al futuro del gobierno; incluso podrían forzar su renuncia anticipada. Si la marcha llega a La Paz, el fin de “Luchito” será evidente, algo que podría ser muy positivo, ya que Evo estaría “sacando” a un gobierno del MAS, causando la división definitiva de este partido.
Por otra parte, si Luis Arce evita la llegada de la marcha a La Paz, estaría demostrando que el poder de Evo es muy limitado, dejándolo en evidencia frente a todo el país. Pero en caso de que el Gobierno decida ir más allá y “procesar” o detener al dirigente cocalero, será el fin de las aspiraciones electorales de Evo, y es probable que éste decida “salir del país”. Arce se juega su continuidad en el gobierno y Evo se juega “todo”.