Juan José Toro Montoya
En Sucre, mucha gente, incluidas autoridades, se aprestan a celebrar el aniversario de nacimiento de Juana Azurduy de Padilla el próximo 12 de julio. Lo van a hacer pese a que se les ha advertido, de manera repetitiva, que esa no es la fecha correcta.
El error viene de la década del 40 del Siglo XX y fue el resultado del hallazgo de una partida de bautismo, la de Juana Azurduy Bermúdez, que señalaba que la bautizada nació en La Plata el 12 de julio de 1780. Por el nombre, los historiadores creyeron que se trataba de la heroína y proclamaron la fecha. No les importó que en el acta de matrimonio con Manuel Asencio Padilla el nombre de la guerrillera apareciera como Juana Asurdui Llanos, con “s” e “i” y con Llanos como apellido materno.
Investigadores como Norberto Benjamín Torres, Hugo Canedo, Fernando Suárez, Juan José Leñero, William Lofstrom y Mario Castro advirtieron del error, y hasta mostraron copias digitales de la partida de la verdadera Juana, pero no les hicieron caso y siguieron celebrando el 12 de julio.
En por lo menos una década, los historiadores han publicado libros, artículos, concedido entrevistas y hasta expresaron sus observaciones en audiencias con el Concejo Municipal de Sucre. Nada. Esa gente sigue celebrando el 12 de julio, y lo volverá a hacer este año.
La historia no cambia, porque los hechos del pasado son inmutables, pero sí la interpretación de estos. Si en la década del 40 se los interpretaba de una forma, el hallazgo de pruebas, como la partida bautismal de la verdadera heroína de la independencia, Juana Asurdui Llanos, amerita llenar vacíos y corregir errores. En otros países eso es frecuente y quizás el caso más conocido sea el de Grecia que hace un siglo seguía incluyendo su mitología de los dioses olímpicos en la enseñanza de su historia, pero ha corregido eso y ahora muestra su pasado como tiene que ser.
Es curioso el caso boliviano. Desde que la historia se estudia de manera científica, se ha corregido la interpretación de muchos hechos, pero la gente prefiere seguir repitiendo las versiones equivocadas. Es como si les gustara vivir en la mentira.
El de Juana Asurdui se ha convertido en el símbolo de una necedad que tiene un adjetivo en quechua, “lari”. El origen de esa palabra tiene una fuerte connotación racista, porque se lo usaba para referirse a los pongos de las haciendas del tiempo anterior a la reforma agraria que, por el resentimiento que les provocaba su sometimiento, eran castigados porque se negaban a cumplir sus tareas. El Diccionario de Americanismos de la Asociación de Academias de la Lengua Española ha recogido “lari” con hasta siete acepciones. Una de ellas es “persona de carácter obstinado”.
Y por la obstinación que vemos en la resistencia a cambiar la fecha de nacimiento de Juana Asurdui, no encontramos otra forma de referirnos a quienes no escuchan a los historiadores: son unos “laris”.
Juan José Toro es Premio Nacional en Historia del Periodismo.