Aarón Mariscal
El ilustre pensador paceño Jorge Siles Salinas partió de este mundo un 22 de octubre de 2014, ya hace diez años. Muchos bolivianos han disfrutado los jugosos análisis que presenta en sus libros, entre ellos, “Sí, el mar”, “La aventura y el orden”, “Ante la historia” y “La independencia de Bolivia”.
Amó la hispanidad con mucha fe y la defendió fervientemente; una hispanidad entendida como mestizaje cultural entre la cultura nativa americana y la europea. Como hijo de nuestro tiempo, apoyó la emancipación de Bolivia del 6 de agosto de 1825, pero no tuvo reparos en reconocer los hechos trágicos involucrados en la misma. Esto marca la diferencia con otros escritores, que ocultan o justifican los crímenes de nuestros caudillos, tenidos por santos incuestionables.
Tal vez, para algunos, el pensamiento de don Jorge Siles Salinas se pueda clasificar de conservador, tradicionalista o nacionalista; habrá que profundizar en su análisis para un mejor veredicto. Eso sí, algunos de los pensadores a los que ha reseñado en sus libros son, de cierta manera, conservadores: Edmundo Burke, Nicolás Berdiáyev, José de Maistre y José Ortega y Gasset.
Entre muchos temas que Siles Salinas abordó, podemos resaltar uno muy polémico: criticó que los cruceños le copien a los paceños la mala costumbre de poner nombres anglosajones a sus hijos (y, para colmo, mal escritos). Le parecía espantoso que abunden cada vez más “Estiven”, “Yon” o “Dayana” y menos “Esteban”, “Juan” o “Diana”, pues eso representaba desprecio a nuestra identidad auténtica e hispánica, a la vez que una obsesión por las modas pasajeras de nuestra era.
Don Jorge también lamentó las conquistas políticas del pensamiento revolucionario, el cual consiste en reemplazar el orden por el desorden, destruyendo las sanas tradiciones para fundar cosas nuevas y peores. En este sentido, fue uno de los pocos escritores bolivianos que se atrevieron a cuestionar la Revolución de 1952, tenida como grandiosa y necesaria por nuestra mentalidad hegeliana.
Estas dos frases de Siles Salinas podrían resumir su forma de pensar:
«Sin duda el factor mayor que nos ha unificado desde el Siglo XVI ha sido el de la unidad religiosa, por obra de los misioneros católicos. Si esta unidad quedara quebrantada por la acción de las sectas, ello implicaría un gravísimo riesgo de disgregación de esta unidad cinco veces centenaria».
«La revolución no repara en medios para lograr lo que constituye su objetivo esencial: la destrucción del pasado. O, dicho de otro modo: para ella no tiene sentido ni la gratitud ni la fidelidad ni el sentimiento de admiración hacia un pasado cuya acta de defunción figura en la primera página del historial revolucionario».
Estemos o no de acuerdo con el pensamiento de don Jorge, no cabe duda de que, en el contexto boliviano, goza de una originalidad muy interesante y en la cual merece la pena profundizar. ¡Conozcamos nuestra historia y rescatemos a los pensadores que dejaron huella en ella!
El autor es docente universitario.