Abad San Diego Quispe Colque
De mi novela “Ella es mi refugio”, obra escrita para un amplio sector de estudiantes de nivel secundario y jóvenes universitarios, presentó una parte que se refiere al uso del Internet y sus vicios:
Salíamos con mi hermano mayor a un punto de Internet; el dueño era buena onda, también los amigos que concurren al sitio. Estábamos desde 14:00 hasta 17:00 p.m. Dirán, qué viciosos. Un día pasó que don Pancho falleció (dueño), fuimos a su entierro, vimos su ataúd. El tiempo pasó y salíamos más seguido con mi hermano, esperando que abran la puerta a la hora. Sabían jugar muchos juegos entre amigos, acompañado del Rock, ya que mi hermano y sus amigos me hacían escuchar y me gustó. Solían aumentar el tiempo del juego, quitando la computadora al que atendía y jugar sin pausa alguna (vicio).
Un día uno de los amigos de mi hermano me dijo, juguemos un juego dos contra dos. Solo faltaba el jefe final y perdieron los amigos. Recibimos otra invitación para ver una película de terror y comer pollito. Llegamos cerca del Internet y trajeron comida y vimos una película de terror: “Terminé llorando”, me impactó la película. Otro día, compramos comida: Pollos a la broaster, para invitar a los amigos. Con ellos, fuimos a un parque, nosotros nos sentamos en una banca y los amigos en los columpios, y pues una de las cadenas se rompió y cayeron, matándonos de risa…
La mayoría del tiempo pasamos con Ricardo (el mejor amigo de mi hermano), con él sabíamos ir a muchos sitios de Internet y sabían ser chistoso. Cualquier cosa que decía hacía reír a carcajadas, era muy gracioso. A ese internet iban muchos, porque habían cerrado al que íbamos nosotros. Una tarde, papá quería que le mostrara este sitio de Internet. Tenía miedo, le expliqué dónde quedaba. Pero mi hermano quería ocultar la verdad. Volvimos a casa y pasó la noche. Al día siguiente, sin causa alguna me botaron del Internet. El dueño que era uno de los amigos de mi hermano me fichó y le dijo: “Tú puedes entrar, pero tu hermano no…”, me llevó a otro Internet que quedaba más abajo, yo le pregunté: ¿Qué pasó, por qué me botaron?
No respondió, encontramos otro sitio de Internet y me dejó ahí mismo y se fue sulfúrico. Yo también estaba muy enojado, molesto y triste con una computadora “chafa”, que ni siquiera tenía sonido, y pues estaba aburrido, miraba la puerta para saber si mi hermano venía a llevarme a casa. La verdad, sufría en ese Internet y no entendía por qué mi hermano no me defendía, como yo lo había hecho a él, cuando mi papá le regañaba por ir a esos sitios informáticos. ¿Acaso está mal preocuparse por un hermano?
Pasaron los días, no quería ir a esos sitios de Internet, porque sabía que iba a quedarme solito y aburrirme, ya no me divertía y me reía. No estaba mi hermano, no había juegos, tampoco sonido, estaba triste y no quería ir a esos sitios de vicio informático.
Con este relato trato de mostrar lo poderoso que es el Internet para atrapar imperativamente la atención y tiempo de los niños y niñas, cuando no tienen control estricto de sus padres o personas mayores, convirtiéndose poco a poco en un vicio y mi punto de refugio.