David Foronda H.
Es indudable que en el país tenemos muchos analistas del campo económico y al respecto bastante gente opina “no le achuntan”, “tienen análisis sesgados”, o “no interpretan lo que realmente está sucediendo en el rubro tan complicado de la economía”. Como fuere, también existen quienes creen con fe ciega en lo que dice alguno de ellos que, por supuesto, para ello han estudiado esta rama del saber, es decir, con la finalidad de orientar a la gente.
Sin embargo, más allá de todo ello, bien dicen que la mejor analista económica es la madre de familia, la jefa de la casa. Ella tiene que estar bregando con la economía cada día que transcurre, porque en sus manos está la capacidad de lograr que un sueldo mínimo nacional alcance al menos para lo más elemental que requiere o necesita la familia. Y es diestra en sacar números, para guardar algunos pesos del esmirriado sueldo, con el objetivo de que no falte lo necesario para la alimentación familiar diaria. Su ingenio logra que el núcleo de la familia se dé la posibilidad de evitar traspiés mayores en una sociedad más deshumanizada que la de antaño. Conoce precios, sabe cuánto cuesta tal o cuál producto, y se pasa sumando y restando un salario que en estos días prácticamente alcanza solo para dos semanas, algo que en manos de un varón que lo administre nada más aguantaría, con suerte, una semana.
De ahí que bien se puede aseverar que la mejor analista de la economía es la mamá, la esposa. Frente a ellas, casi poco pueden argumentar los académicos y estudiosos de esta rama. Ciertamente, es poseedora innata de esa “profesión” y por ello siempre se harán merecedoras de reconocimientos de la sociedad, ya que son la columna vertebral de la familia. De ahí que poco les interese que les vayan con cuentos sobre “socialismo” o “capitalismo”, pues razonando, sobre el primero sostienen: “socialismo no es una doctrina indoamericana”. Y comentan que es para preguntarse por qué los latinoamericanos debemos encontrar respuestas a preguntas incontestables de tales socialismos de matiz foráneo, sobre todo europeos, y de siglos pasados. “Es por ello, añaden, que las familias de las áreas rurales no tienen apego al socialismo o al comunismo, siendo que, por el contrario, los rechazan”.
Y no obstante, son las madres, esposas, las que siempre tienen que lidiar con los problemas económicos, y su labor está centrada en que el billete aguante para cumplir con la mayor parte de las obligaciones y necesidades familiares, lo que, por cierto, no es una tarea fácil o sencilla. El reconocimiento sincero es para todas ellas, en un país que no es justamente de los más equitativos, a lo que se suma una banca usurera.
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